El Partido Popular denunció ayer que la Editora Regional, dependiente de la Consejería de Cultura, ha publicado dos libros, "In Breedin 1995-1998" y "Sanctorum", del fotógrafo pacense José Antonio Montoya, cuyo contenido lo ha calificado de "pornografía católica" porque contienen imágenes de sexo explícito protagonizadas por padres de la Iglesia, santos, la Virgen y Jesucristo. El PP ha pedido "la reprobación" del consejero de Cultura, Francisco Muñoz, responsable de la publicación de las obras y prologuista de la primera.

El asunto, catapultado por la difusión de las imágenes en internet, pronto ha tomado un vuelo de polémica nacional, con pronunciamientos de diputados del PP y el anuncio de una querella al autor y a los responsables de la publicación. Cabe recordar que la Audiencia de Sevilla, juzgando un caso similar, absolvió a un joven del delito de ofensas a la religión que le imputaban los miembros de una cofradía.

Es fácil entender que las fotos son muy ofensivas para los católicos --y para muchos que no lo son-- puesto que representan, en actitudes y con gestos impensables, a las figuras centrales del dogma católico. Suponen un ´shock´, de ello no hay duda. Pero la libertad de expresión es, también, eso: la posibilidad de cada persona de lanzar mensajes que interroguen, que zarandeen, que nieguen y censuren las creencias y la visión del mundo de los demás. Incluso que lleguen a ofender sus ideas, como es este caso.

Nunca la libertad de expresión ha tenido una vida pacífica porque es la que encauza el conflicto entre dos derechos: el de la circulación libre de las ideas y el de la protección de las propias, pero con preeminencia del primero porque, de lo contrario, el mundo no podría progresar. Si la Inquisición le hubiera ganado la partida a Velázquez, los siglos no conocerían ´La Venus del espejo´, que en su tiempo ofendió a la jerarquía católica y hoy es una cumbre pictórica; si el Vaticano hubiera ganado a Galileo, la teoría de que la Tierra da vueltas alrededor del Sol y no es el centro del Universo hubiera tardado mucho más en imponerse. Y qué decir de Charles Darwin y su teoría de la Evolución, todavía cuestionada por creacionistas a pesar del abrumador arsenal de evidencias sobre el origen de las especies y la selección natural...El mundo sería peor si no se hubieran publicado las obras del Marques de Sade, o el ´Ulises´, de Joyce, o los ´trópicos´ de Henry Miller, o la ´Lolita´ de Nabokov... aunque sea comprensible que personas tan respetables como las que piensan lo contrario consideren que se trata de obras escandalosas y que mejor no haberlas pasado por la imprenta.

El Partido Popular cree haber hallado un filón en aparecer como el defensor de la moral y de la iconografía católica. Está jugando con fuego, porque su proceder se asemeja a la de los fundamentalistas islámicos ante las caricaturas de Mahoma: agitar los sentimientos religiosos y anteponerlos a los derechos civiles. Acertó el PP cuando criticó que un zafio espectáculo de cabaret se representara en la plaza de un pueblo. Acertó no por el contenido del cabaret, sino porque no hay lugar más público que la plaza de un pueblo en verano y, por tanto, era improcedente representarlo ante un auditorio con niños. Pero ahora yerra. Por mucha adhesión que encuentre alrededor. No se puede olvidar que las obras que el PP echaría a la hoguera llevan publicadas 9 y 4 años, por lo que cabe preguntarse ¿por qué ahora? ¿Dónde ha estado su capacidad de escándalo este tiempo? Ante ello --y en la mejor de las hipótesis, porque de lo contrario hay que pensar que no se entera de lo que pasa-- no es difícil concluir que antes que la creencia ofendida es la pelea electoral lo que le mueve.