Es evidente que la negación es una forma prolonganda de falta de valor y perspectiva. A decir verdad, muchas veces, descartamos sistemáticamente lo afirmativo, siendo conscientes que de la clarificación nacen acciones, y lo «peor» (sonrío) es que todas suelen venir con ganas de debate. Dicho de otra manera, obviando todo aquello que tiene aspecto de decisión nos sentimos cómodos y la negación (por lo visto) en determinados instantes es un buen instrumento.

Durante el confinamiento hemos elevado altamente la esperanza, sí, hasta el punto de alucinar. En condiciones normales, la mayoría de nosotros ofrecemos nuestro mutismo, pero por lo visto con el confinamiento, todos hemos contradecido nuestros procesos mentales y con la lengua nos hemos venido arriba. Unos iban a cambiar de empleo, otros se iban a divorciar, algunos «iban a mandar a la mierda al jefe» y los más «decididos» iban a integrarse (sonrío) en la comunidad nómada e iban a dar la vuelta al mundo. ¿Y ahora qué? ¿Incorporamos lo anecdótico en el manual del existencialismo?

Muchas cuestiones nos hacen ver lo cambiantes y contradictorios que somos. Situándonos junto al horror, los seres humanos tenemos ganas de comernos el mundo, pero en condiciones normales, aceptamos lo que tenemos y nos volvemos pasivos. Por supuesto, es una opinión subjetiva, no tengo vocación de catedrática... Lo conocido suele ser una estancia cómoda; pero no podemos olvidar que lo cómodo tiene naturaleza de pasividad y por ende de dominio. Muchas personas al mismo tiempo que aceptan lo cómodo, aceptan una variante de la esclavitud. Creo que lo asfixiante se envuelve en papel absorbente. Por lo tanto, así, la disposición siempre queda anulada.

Los seres humanos nos asemejamos a los rebaños; el que con fuerza y voluntad sale de ellos lo llaman «oveja negra». Entiendo que es más fácil ser uno más que ser uno mismo... ¡Dónde va a parar! Los cancioneros populares, ya saben, están llenos de estribillos.

En nada comienza lo que llaman «la nueva normalidad» para la mayoría, será lo mismo que era, pero con mascarilla. Pronto olvidaremos las respuestas codificadas que nos dimos a nosotros mismos durante el confinamiento. Sí, todos respondimos a la realidad con ansías de sueños y deseos, pero ya ven: al final se han quedado en nada. La temporalidad es lo que tiene, reduce el tiempo a rato, y todo se impregna de las consecuencias momentáneas, pero (opinión subjetiva) junto a lo temporal (ya lo ven) nada transciende.

*Escritora.