Solo hay que ver el gráfico de las primas de riesgo para confirmar los paralelismos entre Italia y España. La crisis económica azota a los dos países, que se empobrecen y se refugian en la economía sumergida; el destape de la corrupción simboliza el rechazo ciudadano hacia el sistema político y económico, y la desafección hacia la política y sus representantes electos se extiende imparable. La pregunta es inevitable: ¿es posible en España un fenómeno como el protagonizado por el excómico Beppe Grillo en Italia?

Tanto los politólogos como los representantes de los movimientos sociales emergentes creen que en España, pese a las semejanzas, no se dan por ahora las condiciones que han propiciado que en Italia entre Grillo y Silvio Berlusconi hayan obtenido en las elecciones más de la mitad de los votos. En Italia, lo que podría estar incubándose en España ya se vivió con la quiebra del sistema político gracias al escándalo Tangentópoli (cuando la corrupción era general, ya no servía a los intereses de los que se aprovechaban del sistema porque nadie podía obtener ventaja) y el resultado fue el reinado vergonzante de Berlusconi. En España, además, el sistema de partidos es aún muy fuerte y arrastra al fracaso experimentos como los de Jesús Gil, Ruiz-Mateos o Mario Conde , por un lado, o los de Equo y el 15-M en el otro extremo.

Aunque un Grillo español estaría más cerca del movimiento de los indignados que de otros caldos de cultivo, el 15-M no tiene nada que ver con la antipolítica de la que el italiano se convierte en estandarte. Tampoco parece que partidos minoritarios como IU o UPyD puedan erigirse en esa alternativa, pese a su incesante ascenso en los sondeos. Entre otras razones, porque en el fondo actúan como los grandes partidos a los que tanto critican.

La situación es propicia al populismo (el ascenso de los que lo prometen todo excitando las bajas pasiones y al final no logran nada), pero también a la regeneración democrática. Y solo esta opción puede ser la solución, aunque pasa por una refundación del Estado que incluya la reforma de la Constitución, una nueva ley electoral que arrebate a las cúpulas de los partidos su omnímodo poder y mejore la participación política, una reforma a fondo de la justicia y la aprobación de leyes de transparencia sin ninguna excepción. ¿Lo pueden y lo quieren hacer los políticos actuales?