Actualmente se habla mucho de la violencia en las escuelas, de las agresiones por parte de los alumnos hacia los profesores, de la inmigración, de la caída del nivel educativo, del aumento del fracaso escolar- ¿qué está fallando?, ¿se están tambaleando los cimientos de la sociedad?, ¿hacia dónde nos dirigimos? No hay que olvidar que los niños y jóvenes de hoy serán los hombres y mujeres del mañana, por tanto, ¿qué sociedad estamos creando, qué futuro nos espera? Interrogantes estas que son difíciles de dar respuesta de forma simple.

Ahora bien, a pesar de que el modelo educativo actual en España, y por ende el de nuestra comunidad autónoma, es considerado por la mayor parte de la sociedad como válido y suficiente (salvo en los resultados que marca el Informe Pisa), hay sectores que no opinamos de la misma manera, y yo personalmente considero que tiene consecuencias negativas en el desarrollo de nuestros hijos. Pues he podido comprobar que ciertas rutinas del Sistema Educativo, sobre todo en la enseñanza Secundaria, son bastante negativas para el estudiante, y no sólo me refiero a que el nivel se esté degradando, sino que a la par cunde el desánimo entre el personal docente, y sin querer generalizar hay que decir que en muchos casos los profesores desempeñan peor su trabajo. La causa de que la labor docente se esté desmejorando, quizás haya que buscarla en el propio reglamento que se implanta en los centros docentes sostenidos con fondos públicos, donde se establecen los derechos y los deberes del alumnado y normas de convivencia, en el cual se contempla la expulsión del alumno por su mal comportamiento, que tras una serie de incidencias acumuladas acaban con la expulsión durante un largo periodo de tiempo, y que en muchos casos (no digo que no hay situaciones graves y que haya que dar una respuesta rotunda), este mal comportamiento no es tan relevante y siempre ha estado presente en todas las épocas, al igual que siempre han existido niños listos y torpes .

Entiendo que en algunos casos estas expulsiones puedan estar justificadas por la amenaza que representa para el resto de los compañeros y el personal docente, aunque también hay que señalar que no es el método más adecuado, ¿pues cuáles son los resultados que se pretenden obtener con este ejemplar castigo? ¿qué tipo de medida correctora resulta de todo esto?..., por todo ello, pienso que es excesivo utilizarlo de manera sistemática, y que amparados por la ley tratan de poner el parche antes de que salga el grano, llegando a provocar en algunos casos problemas de salud mental, motivado por la exclusión. Mientras tanto, estos chicos se encuentran en sus hogares dejando pasar el tiempo sin ningún tipo de provecho, o peor aún, en la calle, con todo el peligro que ello lleva implícito ¿Por qué no buscar otras soluciones viables para este problema que afecta a un número de alumnos que va en aumento? ¿Por qué no desarrollar otro sistema de educación posible donde se tenga en cuenta a estos muchachos que por motivos diferentes se han quedado descolgados y fuera del sistema, donde sus conocimientos teóricos son escasos con respecto al modelo establecido de exigencia?

XTENIENDOx en cuenta asimismo, que existe un cierto grado de miedo y represión latente, ya que desde la más tierna infancia a los niños se les amenaza con que si no estudian no aprueban y no serán nada el día de mañana. Se sigue así esa inclinación a hacer creer que los títulos son las llaves para abrir las puertas del empleo, a pesar de los muchos licenciados y doctores que se encuentran, en el mejor de los casos, desempeñando trabajos mal remunerados y que no guardan relación alguna con sus conocimientos académicos; o peor aún, en el desempleo.

Creo que nos estamos equivocando al implantar toda clase de miedos, como técnica para que los niños obedezcan. Del mismo modo estamos creando una sociedad exenta de valores como la solidaridad, el compañerismo, la tolerancia, la libertad, etcétera, pues en las asignaturas convencionales estos valores no se contemplan, y que son fundamentales para una saludable convivencia con los demás y con el entorno donde nos desarrollamos.

Por todo eso, propongo que la ESO obligatoria hasta los 16 años (cosa que está muy bien), se reoriente para dar la opción de una salida airosa y válida a los chicos con menos aptitudes para los estudios pero con capacidades para los oficios (no sólo necesitamos médicos, abogados o ingenieros, también precisamos de profesionales menos cualificados para que el sistema funcione), por eso habría que replantearse la opción de abrir una vía formativa hacia la salida profesional, a partir de los 14 años. Evitaríamos los altos índices de fracaso escolar y las frustraciones a muchos jóvenes.