TDtesde hace algunas semanas, quizá más de las que pensaba, me he ausentado de este espacio, en cierto sentido también del ejercicio práctico de la escritura, y me he centrado más en el ejercicio de la lectura y la reflexión, ajeno a la solidificación elaborada (por tanto casi-definitiva) de la misma en caracteres permanentes, siguiendo las recomendaciones de Walter Benjamin sobre su método de investigación: el extravío y la deriva. Así he pretendido (iluso de mí) adquirir volatilidad, dejarme llevar libremente por el correr del pensamiento, y sobre todo, por la ausencia de su consciencia. Sin llegar a la elección de Mario Santiago , pero quizá como horizonte: "Si he de vivir que sea sin timón y en el delirio". A veces hay que vaciar el vaso para poder llenarlo de nuevo. Y aquí estoy, sin grandes cambios ni transformaciones, pero sí más ligero, con menos verdades, pero también con los caminos proscritos más claros. Lo que se suele decir: no sé lo que quiero pero sé lo que no quiero. La cuestión, a lo que vamos, para resumir (y ahora comprobarán lo improductivo del tiempo destinado a tan digno ejercicio) que llego con José Antonio Marina a la conclusión, después de muchas vueltas antes de dormirme (igual que mi perro), que el grado máximo de inteligencia es la bondad, y con Javier Cercas que el grado máximo de idiotez es la vanidad. Ya señalaba magistralmente Roberto Bolaño como la vanidad y la tendencia al éxito y la necesidad de reconocimiento social era una muestra clara de pensamiento mutilado, pues con un poco de perspectiva histórica y cultural, se evidencia claramente que "un hombre sólo una mujer/ así tomados de uno en uno/ son como polvo no son nada", como bien testificó José Agustín Goytisolo , y continuó "tu destino está en los demás/ tu futuro es tu propia vida/ tu dignidad es la de todos". Y es en este todos donde se deposita y recae el fulcro de la historia, la soberanía popular, el trasfondo y validación de un pensamiento crítico e incisivo, respetuoso y en busca de la dignidad, la de todos, no sólo de pensamiento/discurso sino de acción/real, sobre todo cuando nadie nos ve, la bondad.