TLta vida es continua paradoja. Muchos padres peroran ante sus hijos acerca de lo malo que es el alcohol, pero ellos se toman una o dos cañas a mediodía y, naturalmente, no se privan del vino durante la comida. La ministra de Sanidad, la señora Salgado , ha puesto en marcha un procedimiento de apremio para que la gente deje de fumar pero su colega el señor Solbes , ministro de Hacienda, todavía no ha encontrado un hueco en su agenda para dar ejemplo contra el tabaquismo renunciando a los impuestos que graban todas las labores de tabaco.

Los obispos, monseñores Rouco, Sebastián, Blázquez y demás ilustres purpurados nos sermonean a diario acerca de la caridad cristiana pero no hemos visto a ninguno estos días en Melilla o en Ceuta, cruzando la sirga de alambre de espino que separa al Primer Mundo del último, para ir a consolar a los pobres negros que intentaban llegar a pie al Paraíso.

Los políticos tampoco paran de hablar de justicia e igualdad pero pierden, también, todas las oportunidades de predicar con el ejemplo. El ministro de Industria, el señor Montilla , que es el primer secretario del PSC, encabeza la tropa que exige un nuevo Estatuto de autonomía para Cataluña, pero reprocha al señor Caruana , gobernador del Banco de España (cargo que apareja por ley el concepto de autonomía) que se pronuncie sobre las consecuencias económicas que podría acarrear la entrada en vigor del mencionado Estatuto. Otro tanto le pasa al señor Artur Mas , líder de Convergencia Democrática de Catalunya, un partido hiperautonomista que sin embargo se cabrea y manda callar al Defensor del Pueblo cuando su titular, el señor Múgica , dice lo que le parece al respecto del dichoso Estatuto.

Es el caso de Mariano Rajoy , quien critica las medidas tomadas por el Gobierno Zapatero para impedir la entrada de inmigrantes ilegales por las fronteras de Ceuta y Melilla y se ha olvidado de que también él formaba parte del Gobierno Aznar cuando su amigo Jaime Mayor Oreja , a la sazón ministro de Interior, metía a los subsaharianos en aviones y les suministraba haloperidol para que fueran buenos chicos y no molestaran mientras les trasladaban de vuelta al corazón de las tinieblas.

Qué decir del señor Moratinos , ministro de Asuntos Exteriores, que no se sabe bien de dónde ha sacado la información de que el Reino de Marruecos respeta los Derechos Humanos y no se le ocurre otra cosa que proclamarlo el mismo día en el que un millar de pobres inmigrantes negros, esposados y hacinados en autobuses, están siendo llevados de un lado para otro por la gendarmería marroquí en un viaje patético a ninguna parte. Ya digo, la vida es continua paradoja. Una escalera corta pero llena de hipocresía.

*Periodista