Lo primero que pensé es que se trataba de una inocentada, a pesar de que el tema se prestaba muy poquito para estas bromas del 28 de diciembre. Pero lo segundo que pensé es que vivía en una especie de país tercermundista y, además, de los no alineados entre los Estados de Derecho. Y lo tercero que me vino al coco es que este nuestro pobre país aguanta y tolera lo que le echen, con el engaño de que la crisis económica se lo traga todo, que la crisis oculta todo lo demás y que la dignidad como Estado moderno y democrático se iba a poner a prueba en cuanto que la noticia adquiriese categoría de cosa sabida por el común de los españoles. Topdo esto se me pasó por la cabeza cuando escuché las primeras declaraciones de Esteban González Pons , que esta vez se ha superado a sí mismo, ha batido todos sus récords y ha sobrepasado con amplitud la barrera del sonido soportable para quienes venimos ocupándonos de estas cosas durante unos cuantos años, tuve la convicción de que la tergiversación y la falacia son conceptos que se quedan en el reino de lo maravilloso si se comparan con lo dicho por el mencionado.

De manera que, según él, ha triunfado la presunción de inocencia porque a un tribunal se le haya ocurrido decir que cuatro delitos de corrupción han prescrito, pese a que se mantienen imputaciones por otros delitos graves. Y además la decisión de archivar esas causas está sometida a los recursos que se interpondrán ante el Tribunal Supremo, como pasó con lo de Francisco Camps , que volvió a ser imputado por la decisión del Supremo de echar abajo la tomada por el tribunal valenciano que presidía De la Rua , su mucho más que amigo.

Pero es que aunque la prescripción de esos delitos se confirmase eso no querría decir que hubieran sido borrados sino que por la pasividad de unos jueces se había producido la imputabilidad por el mero transcurrir del tiempo. Políticamente, que a mí es lo que únicamente me interesa en este tipo de hechos, los presuntos delitos fiscales de ese señor de Castellón de la Plana constituyen un baldón de muy difícil catalogación. No ha triunfado la presunción de inocencia sino la pasividad o negligencia de unos jueces. El escándalo político sigue siendo el mismo.