En estos tiempos de realismo a manos llenas e ilusiones en barbecho, escuché hablar a Dafne de sus proyectos creativos y me reconcilié con el verdadero sentir de los artistas que, a pesar de todo, buscan nuevas fórmulas para "alimentar el alma" de potenciales clientes, ahora más escasos que nunca por la crisis. Pero da igual. Ante la adversidad surge el ingenio y más aún, la dedicación de muchos por hallar en un desierto el brebaje mágico que agite un mercado moribundo. Me contaba Dafne que una de las últimas maneras de romper con viejas fórmulas en Madrid ha sido la cesión de escaparates a los artistas para que, a cambio de nada, exhiban sus obras. Todos ganan: el propietario ve cómo el público se detiene ante su puerta a curiosear y el autor obtiene clientes si sus piezas le entran por el ojo. No hace falta que les diga que no hay transacción alguna ni tampoco comisiones de por medio. Simplemente, el trabajo de convencer a quienes pueden ceder un espacio a cambio de promoción. Me pregunto cuántos locales cerrados podrían servir para lo mismo mientras acumulan basura y deterioro sin que nadie ponga freno a la mala imagen que dejan al visitante. En Cáceres recuerdo una experiencia exitosa con artistas en un local sin actividad de Pintores. Ellos, encantados de tener un espacio; el propietario, feliz de mostrar la tienda a posibles inquilinos. ¿No sería todo más fácil si en lugar de recurrir a modelos obsoletos se pudieran implantar nuevas experiencias? Quizá así todos ganaríamos, hasta los paseantes, hartos de ver cómo la desidia se lleva por delante las buenas ideas. Y hay gente que aún las tiene. Animo con ellas.