Me causa rabia y dolor el ver por nuestros pueblos a rapaces que, ahora, cuando las aves están criando se dedican impúnemente a disparar con sus escopetas de aire comprimido a todo lo que vuela. Hagan ustedes la prueba y se den una vuelta por nuestros medios rurales. Verán a diversos muchachuelos que se pasean por las calles con la escopeta balinera bajo el brazo. El otro día en dos pueblos cerca de Las Hurdes, pude ver cómo dos o tres jovenzuelos se dedicaban a tirotear a los pájaros que revoloteaban en torno a los nidos de cigüeñas situados en el tejado de una ermita, así como a otros pajarillos posados en los árboles de una avenida.

Los vecinos de estos pueblos también se enojan por estos actos vandálicos, máxime cuando las escopetas de aire comprimido están prohibidas y penado su uso cuando se utilizan para dar caza a los pajarillos. Cierto es que los vecinos están molestos, pero como la gente no quiere líos, todo el mundo se calla y mira para otro lado. Comentan que la Guardia Civil sabe de sobra quiénes son los que se dedican a estos actos vandálicos, pero como tampoco quiere líos con los padres de tales jovenzuelos, no toma cartas en el asunto.

Es escandaloso y tercermundista que aún se vean a mozangones disparando, en pleno casco urbano, a las avecillas del cielo, sobre todo ahora, en época de cría. Pero ellos no tienen la culpa, sino sus padres, que les compran las escopetas y les permiten cometer tales fechorías. No estaría mal que, en los centros en que cursan sus estudios, emprendiesen campañas acerca de las escopetas de aire comprimido, para crear clara conciencia ecologista, aunque hay ciertas familias por nuestros pueblos que, acostumbradas a malas mañas desde antaño, sólo entienden cuando les rascan el bolsillo. Preciso es que la Guardia Civil se los fuera rascando ya, y preciso es también que los vecinos dejen su cobardía y afeen tales tipos de conductas, porque la imagen de un pueblo depende del comportamiento diario de sus vecinos.

Juan Luis Barrado Santano **

Cáceres