Por lo visto Lucio Cornelio Balbo, Quinto Cecilio Metelo y compañía, que antes o después ubicaron sus reales en el collado, consideraron el lugar idóneo, dada su estratégica posición, y propicio para columbrar lo que se acercara por los llanos del sur o del norte.

El caso es que ahí medró Norba, hasta que ni la cuesta hacia Miralrío ni la pendiente hasta la fuente Madrila, o como se llamara el viejo pago de antaño, pudieran impedir que los hoscos y feroces jinetes de Leovigildo hicieran de su capa un sayo y volviesen aquella colonia "campos de soledad y mustio collado".

Luego, ya sabéis, vino el moro, amuralló el reducto y todo lo demás. Nuestro rey Noveno desplazó a la morisma, levantó la cruz y aquí en paz y después gloria. Ni paz ni gloria, claro; porque no faltarían mandobles y estocadas entre Añascos, Solises, Ulloas y Ovandos. Quienes, desde luego, templaron la furia de las desavenencias fueron Doña Isabel y Don Fernando, hoy tan denostados por periféricos y progretas heterodoxos, los cuales propugnaron las idas y venidas, allende la oceana, de aquellos esforzados de morrión, coleto y talabarte, que vinieron, los pocos que volvieron, con la plata suficiente para levantar esas casas nobles, esas fortalezas, esos palacios.

Ahí los vemos. Entrad por Santiago, de bruces con Moctezuma; subid por el del Cristo y la pequeña Sefarad; entrad si no por la de Mérida y Torreorgaz al canto, y no hallo donde poner los ojos que no sea recuerdo de la historia.

Otoño de 2006. Deambulé errático, intramuros, por un anochecer grisáceo. En esa tabernita de Puerta de Mérida, apenas dos reflexivos huéspedes. En el Parador de Torreorgaz, silencio. Ya no están la Taberna del vino ni la Bodega medieval; menos mal que César aviva la llama de la vida en Torre de Sande, con su tapería y su cocina gloria in excelsis Deo . Pare usted de contar en lo alto del otero.

XCUATRO GATOSx barzoneaban por San Mateo y pasó Juancho, en su auto, camino de su casa, que para eso es residente ahí en Veletas.

Al cernirme hacia la bajura del ágora de Santa María, por Aldana, creí cruzarme con un hidalgo de capa y bicornio, calzas, medias y chapines. La soledad y el clamor, que emanaban de los muros, crepitaban en el silencio del ámbito. El reducto agoniza y vuelven los fantasmas del pasado.

Al cabo, en el mesón Aldana, y al aire de una pinta, se me despejó un poco la calentura de canterías e historia. No sé por qué se me vino a las mientes el relato aquel de Larra, cuando veía a Madrid como un completo cementerio. ¡Ah de la vida!...Nadie me responde . Siempre Quevedo.

Bueno, esto no puede seguir así. En qué cabeza cabe disponer de una urbe como esta y no disfrutar de ella. ¡Claro! Womad a tutiplén ¿no? Desde luego que no. Tiendas, tabernas, restaurantes y no infames turbas de fumetas y botellones miccionando hacia las piedras que trajo el oro de Indias.

¿Queréis ejemplos de cascos antiguos de otras ciudades españolas en los que la vida bulle alegre? Salamanca, Santander, Valladolid, Córdoba, para qué seguir. Ojalá sea cierto eso que cuenta Alonso de la Torre en otro papel de que hay ya un lento fluir de vecinos ocupando las casitas del entorno. ¿Y los accesos?

He ahí el quid. Habría que horadar el subsuelo y meter debajo esas riadas de autos que necesitamos para movernos. No hay otra. Pero ¿para qué acercarnos si casi no late la vida y apenas un mesón o dos pueden ofrecernos refrigerio?

No sé cómo se guisa esa chanfaina, que para eso hay técnicos y gestores que podrían hacer realidad mi humilde sueño. I have a dream como Luther King. Un sueño: Qazris remozado, en las casas gentes y con ella el pálpito y la urdimbre de la vida. Y además en el entorno, en los aledaños: Esa Plaza, ese lindo San Juan Ovejero, calle de Moros, Audiencia. ¿A qué ton esos pueblos hacia Capellanías, ese horror que crece por la Mejostilla y el Muelo, qué es eso que se cierne sobre el Calerizo, cuando tenemos aquí un mundo en el que, a poco que se aplique el oído, se perciben nítidos los sones de zamponas, clavicordios y laúdes?

Ya sé que esa camisa tiene once varas y no pienso meterme en ella; pero es que estoy hasta el penacho de la cimera de estar continuamente echando mano del soneto de Don Francisco: Miré los muros de la patria mía / si un tiempo fuertes hoy desmoronados . Hay quien puede, quiere y debe conjugar historia y estética con urdimbre, vida, movimiento, comercio, ocio y negocio, y el lugar es ese: Golfines, Moctezuma, Aldana, adarves moros, cristianos y romanos. ¡Marco privilegiado! ¿Cuántos lustros más habrá que esperar?

*Escritor