XAx pesar de ver las dantescas imágenes una y otra vez, de leer y releer los periódicos, de repasar los informativos de las emisoras de radio y TV, aún somos muchos los que nos resistimos a creer lo que parece una realidad, tan triste como incuestionable. En una finca de Monterrubio de la Serena se realizan, al parecer con asiduidad, cacerías de tigres, leones, lobos y linces. ¿Y seguro que no era el día de los Santos Inocentes? Pues mire usted, aún faltan días.

Y es que es increíble, inaudito, bochornoso, lamentable... Para echarse a llorar.

¿Cómo puede haber un tipo que se dedica a traficar con leones y tigres, procedentes de circos o de zoológicos, para ofrecerlos como piezas de caza en una finca de Extremadura? ¿Pero cómo puede haber tipos tan mezquinos que paguen por darles muerte de una forma tan miserable, indigna y ruin, desde lo alto de una torreta, a la salida de una jaula, sin posibilidad alguna de escape?

He hablado mucho, en los últimos días, con diversas personas del mundo de la caza, que no podían contener su indignación a medida que iban conociendo las noticias que salían en los medios. ¡Cuánto daño le hace a la caza que ocurran cosas tan lamentables como ésta! ¡Qué horrible y bochornosa imagen para los cazadores y para Extremadura!

Algunos llevamos largo tiempo dando voces de alarma con esa especie de fiebre, tan de moda, por extender la caza artificial como alternativa a la caza natural. Lo hemos dicho cada vez que se habla de tanto corralón y tanta suelta de especies animales. Empezaron soltando faisanes, continuaron soltando perdices, todos de dudosa procedencia y para su abatimiento inmediato, es decir, para disparar contra ellos nada más abandonar las jaulas en las que han sido transportados. Poco después, alguien se empeñó en hacer lo mismo con los jabalíes, también de dudosa procedencia. Cuando esto comenzó a ocurrir, muchos pusimos el grito en el cielo por los peligros que entraña y, además, porque es un tremendo error que dificulta la imagen de calidad que tiene nuestra naturaleza y nuestra caza salvaje.

Y miren dónde hemos terminado, hemos visto sueltas de faisanes y de perdices, y nos entraron dolores de barriga; hemos visto sueltas de jabalíes, y nos entraron náuseas y, ahora, vemos que hay quien también suelta tigres, leones, lobos y linces, y no podemos contener los vómitos.

A esto nos conduce el afán por tanta suelta y tanta jaula y tanto corralón y tanta torreta. Alguien me decía el otro día que acabarán soltando seres humanos y disparándoles, también, porque quien practica aquello es gente con tan pocos escrúpulos como para acabar practicando la caza sobre el hombre. ¡Ya está bien! Acabemos con esto cuanto antes o la imagen de la caza y la naturaleza extremeña quedará tocada para siempre. Porque, además, siempre habrá algún autodenominado protector de animales, pseudoecologista, que querrá aprovechar lo de la caza del tigre de la Serena para arrojar mierda contra todo el colectivo de cazadores, cuando somos precisamente los cazadores, los primeros en rebelarnos contra esta barbarie. Eso no es caza, ni quien lo organiza, empresario, ni quienes lo practican cazadores. Ni, por supuesto, quien aprovecha para incriminar demagógicamente a los miles de practicantes del noble arte de la caza, puede considerarse, no ya ecologista, ni tan siquiera responsable, ni respetable.

Somos los cazadores los primeros empeñados en que se persiga a estos delincuentes y se les dé un castigo ejemplar. Un castigo que debe llevar implícito, además de las penas de prisión y las sanciones económicas que establezca el código penal y demás leyes aplicables, una inhabilitación a perpetuidad para que el presunto organizador de tamaña barbarie no pueda nunca más organizar actividad cinegética alguna y los participantes en la misma no puedan tener permiso de armas ni licencia para cazar en parte alguna. Y, además, debe investigarse si, como dicen ahora por todas partes, esta actividad se llevaba haciendo durante años y por qué, en una región como la nuestra, con los controles severos que tiene la actividad cinegética, se trasladen tigres y leones y nadie se entera. O se mate impunemente y nadie se da por enterado.

Cuando los contrarios a la caza artificial hemos manifestado nuestra preocupación por la falta de controles sanitarios y genéticos que, presumiblemente, tienen las piezas de caza que se utilizan para las sueltas y abatimiento inmediato, siempre nos contestaban los partidarios de este modelo nefasto que están controlados todos los ejemplares que se sueltan a los campos extremeños. Pero creer eso hoy requiere de grandes dosis de fe, después de ver cómo se abaten tigres, leones, lobos y linces, en una finca pequeña, con alambradas electrificadas de 4 metros, con jaulas enormes y torres altas para el disparo seguro sobre las fieras, sin que nadie lo denuncie.

Parece que el organizador de estas actividades delictivas es, precisamente, el impulsor de la caza artificial en Extremadura, conocido por ser el único que ha organizado batidas de cochinos, naturalmente de suelta, en pleno verano. Y parece, también, que los clientes de esta actividad delictiva proceden de fuera. Dicen que hay un álbum de fotos en el que aparecen muchos practicantes asiduos de esta barbarie. Pues por el bien de la caza y de la naturaleza extremeña, ruego que se hagan públicas las fotografías y la lista de las personas implicadas, además de que sobre ellos caiga todo el peso de la ley.

Y no olviden a los circos, o a los zoológicos que proporcionaban los animales para una muerte indigna, después de una vida indigna, también. Ellos tienen que pagar por lo que han hecho, con la cárcel, las sanciones económicas que correspondan y la inhabilitación a perpetuidad para tener circos o zoológicos con animales, que luego acaban fusilados.

Esto no es caza, ni quien lo organiza, empresario, ni quien lo practica, cazador. Es mierda, pura mierda y lo que procede es tirar cuanto antes de la cadena.

*Vicepresidente de la Asociación de Empresarios de Caza