La controvertida "Eso de los 1.000 euros" o "Plan 18-25" según la Junta, continúa su curso a través del jardín de la aurora. La primera convocatoria de exámenes ha traído consigo un deplorable espectáculo mediático entre los principales partidos políticos con representación parlamentaria. El camino judicial en el que se ha introducido el debate, hace esperar un futuro deslucido al menos para esta medida, que en el fondo persigue formar a los excluidos del mercado laboral. Los alumnos no han sido los protagonistas de este proyecto. En su lugar lo han sido los dirigentes políticos, quienes tienen las cámaras y los micrófonos a su disposición.

Pero todo comenzó a través de otro medio de comunicación no convencional pero con igual o mayor efecto que los tradicionales. En una actitud de buenismo absoluto, puedo llegar a pensar que el diputado socialista Gómez Yuste no tenía constancia del alcance e importancia que el uso de una red social como Facebook puede llegar a tener. Una hipótesis poco probable cuando este usuario tiene más de 2.400 amigos y sus publicaciones tienen un efecto asegurado. Por tanto, aún sigo esperando la explicación a este hecho que desde el punto de vista del alumnado, no tendría ningún provecho. Unicamente para aquellos que quisieran estudiar la noche anterior y adelantar por la derecha a aquellos que habían mostrado continuidad a lo largo del cuatrimestre. Un flaco favor para los buenos estudiantes.

XEN ESTE DILEMAx que ya debatimos cuando se anunció el Plan, el foco de atención ha estado siempre, además de en los 1.000 euros, en la falta de actitud de los que un día tuvieron su oportunidad de estudiar y no la aprovecharon. Jóvenes que hace unos años sirvieron de motor de la economía a través de la construcción o que simple y libremente optaron por el abandono escolar. Un comportamiento reprochable según los cánones de vida que en teoría hay que seguir pero no por ello juzgable y condenatorio de por vida. Las segundas oportunidades siempre han existido y existirán. En un momento en el que los que nos preocupamos por caminar juntos en la salida de la crisis, sin abandonar a nadie y sin que otros se beneficien de ello, no creo acertado fustigar a jóvenes que aún tienen mucho que aportar a la sociedad, si quieren. Combatir el abandono escolar y fomentar la educación básica debería estar en las mismas pancartas y en los mismos discursos de la lucha contra los desahucios o por la renta básica.

Hoy esos jóvenes vuelven a tener una oportunidad. Se les recuerda de nuevo que pueden volver a estudiar y esta vez siendo premiados económicamente. El 60% de los inscritos al programa se ha presentado a los exámenes, unos 1500 alumnos. Sumar siempre es positivo. El resto ha desistido en el intento. No se trata de que todos lleguen a la universidad, pero sí de alcanzar un nivel cultural e intelectual mínimo o medio. Con 100.000 parados en Extremadura que tienen poca o ninguna formación, la sociedad observa impasible como pierde posibilidades de desarrollo por dos fugas opuestas y diferenciadas. Por un lado, aquellos que tienen carrera y máster, que no encuentran trabajo y deben emigrar. Y por otro, aquellos que no van a tener nunca una formación básica. Son hechos con los que siendo egoísta, perdemos todos. También las generaciones futuras. El abandono escolar alcanza hoy el 32%. Así será el futuro más cercano.