Cierto que es muy bueno pasear, estirar las piernas, mover la musculatura y avivar nuestras acequias arteriales. Casi todos los médicos lo aconsejan. De aquí que no sea extraño observar a filas de pensionistas hormigueando a diario por nuestros asfaltos.

Cuando uno circula, a lomos de su vehículo, por nuestras zigzagueantes carreteras locales, de una estrechez que pasma, no tiene nada de raro que, a la vuelta de cualquier curva (hay cientos de ellas sin visibilidad), se tope con la caravana de hombres y mujeres que salen a mover sus tobillos. Buenos sustos se lleva uno, pues dado que la mayoría de esas vías carecen de arcén, no queda otro remedio que realizar un ringorrango con el volante, so pena de hacer una gigantesca tortilla con los paseantes.

Con la mano en el corazón, le pediríamos a los galenos que aconsejan con tan buena fe a esa gente de la tercera edad, que les dijeran que sí, que dieran muchos paseos, pero no por los asfaltos, que aparte de recalentar la planta de los pies, suponen un latente peligro. En todos los términos municipales de nuestros pueblos existen cañadas o cordeles, coladas o veredas, por las que da gusto caminar, con asentado piso de tierra y donde los coches sólo pasan de tarde en tarde. ¿A qué demonios viene el no hacerlo por estas pistas?

Para colmo, muchos de estos paseantes suelen hacerlo entre dos luces (amanecer y atardecer), lo que aumenta las posibilidades de cuajar la tortilla. Por ello, amigos esculapios, os agradecemos aconsejéis a vuestros pacientes a que paseen hasta los calambres, pero no por el alquitrán de nuestras serpenteantes y angostas carreteras.

Félix Barroso Gutiérrez **

Santibáñez el Bajo