Cáceres, los cacereños, aguantamos estoicamente desde hace años el sitio tercermundista dispuesto para Servicio de Urgencias en el hospital San Pedro de Alcántara.

En un espacio no mayor de treinta metros cuadrados, minorado, encima, por cuatro soberbias máquinas de autoventa que obligan a poner los bancos por el medio, toca hacinarse a pacientes y familiares angustiados, mientras el equipo va dando salida a las urgencias con mayor o menor ídem. ¿Qué decir de los servicios del susodicho servicio? Sendas puertas minuciosamente estudiadas para anoréxicos dan paso a pasillos, no mucho más holgados, que impiden a impedidos, tan comunes aquí, pero también al resto de usuarios, la función normal a la que están llamados.

No ha lugar para criticar al personal que atiende el puesto, pues ellos también padecen la carencia. No, al menos, en el aspecto profesional. Otra cosa es que como meros trabajadores y ciudadanos también deberían, a mi entender, denunciar la situación, o, en su defecto, hacerlo sus varados representantes sindicales, que para eso los pagamos entre todos. Y sólo estoy hablando del espacio generalmente accesible. El interior ellos lo conocen mejor. Pero, no sé por qué, intuyo que tampoco tienen el sitio adecuado.

¿Cómo es posible que el mayor hospital de la provincia, racanee hasta este punto el espacio dedicado a la espera de pacientes y familiares? ¿Cómo pudo aprobarse un proyecto de obras semejante?

Llevamos ya años padeciendo la situación pero nadie trabaja para resolverla. Ni los usuarios, que solemos criticar en presente, pero somos indolentes para patear más allá del corrillo pasado el momento; ni nuestros mediocres políticos locales, quienes se ocupan de que no nos falte nuestra ración de circo, pero desatienden los detalles que no les proporcionen titulares para pavonearse; ni el propio SES, responsable supremo en este asunto, a cuyos gestores debería darles vergüenza por haber permitido y mantener unas condiciones arquitectónicas que en cualquier negocio privado serían objeto de leyes, reglamentos, disposiciones, ordenanzas y demás engañifas que tendrían, en tal caso sí, sus consecuencias.

¡Animo! Vamos a por el 2016.

Félix Cerrudo Rodríguez **

Cáceres