TEtl mercado por el control corporativo bulle en España como una caldera a toda presión. Las constructoras se han lanzado a la entrada en el capital de algunas de las principales compañías energéticas del país. El ladrillo da mucha plata y proporciona los recursos necesarios para ir de compras. Las fortísimas plusvalías extraídas de la burbuja inmobiliaria están calentando el mercado y llevando la bolsa a romper todos sus techos históricos. Al mismo tiempo, las constructoras ponen sus huevos en otros sectores para diversificar los riesgos derivados de una potencial caída de ingresos en su mercado fundamental. Desde fuera de España se contempla con una mezcla de envidia y de estupor la pujanza del capitalismo español.

Desde algunos sectores de la opinión se descalifica la inversión de las constructoras en otras compañías. Se dice que no existen complementariedades entre el negocio inmobiliario y el energético etcétera. Esto es cierto pero se olvida una cuestión fundamental. En una economía de mercado, las empresas tienen y han de tener libertad para hacer lo que quieran con su dinero, obviamente, con el consentimiento de los accionistas. Si aciertan en su decisión ganan dinero y si no, lo pierden. Esas son las reglas del mercado y ahí se acaba cualquier discusión del tema. El tiempo dirá quién tenía razón y sólo lo dirá el tiempo.

En cualquier caso, lo más interesante es de lo que está pasando en el mundo económico-empresarial español es el dinamismo de las compañías. Las liberalizaciones de los mercados realizadas a mediados de los años noventa del siglo pasado, la estabilidad macroeconómica, la presión competitiva derivada de la globalización han servido para crear grandes, medianas y pequeñas compañías sanas, fuertes y con vocación de comerse el mundo. Esta es una magnífica noticia para todos y un ejemplo paradigmático de los cambios tan profundos que se han producido en esta vieja Piel de Toro en la última década.

*Periodista