THtoy más que nunca, España necesita un Gobierno que gobierne. En ese sentido, la llegada de Mariano Rajoy al poder, arropado por la mayoría parlamentaria absoluta y por su poderío en municipios y regiones, es un dato positivo, aunque a quienes no le han votado les cueste aceptarlo. Pero solo es un punto de partida. Ahora hay que saber lo que va a hacer. Y eso sigue siendo una incógnita.

Rajoy no concretó su política en la sesión de investidura. Se limitó a anunciar generalidades obvias. Como si su prioridad fuera aún ganar tiempo. ¿Hasta las elecciones andaluzas? No, más bien hasta que Alemania concrete qué apoyos está dispuesta a prestar a las economías europeas que están al borde del colapso. Los nuevos recortes llegarán cuando eso esté aclarado, si se aclara, y entonces, semana arriba o abajo, se justificarán como inevitables por culpa de la presión exterior. Antes, mejor no mojarse.

Entre los silencios del nuevo presidente, el más escandaloso es el relativo a la banca. Ese es, en estos momentos, el mayor problema de nuestra economía y de su solución depende todo lo demás. No solo porque sin crédito nada puede funcionar, sino porque el riesgo de que una o más de nuestras grandes instituciones financieras termine muy mal es acuciante. Rajoy no ha hablado de ese peligro, y eso deja mal a sus panegiristas, que se han llenado la boca diciendo que el nuevo presidente ha hablado, por fin, con el lenguaje de la verdad.

Pero tampoco deja muy bien a Alfredo Pérez Rubalcaba , que, en un discurso apresurado, casi sin ganas, para cubrir el expediente, eludió esa y otras realidades inquietantes. Hasta el punto de que la sensación que deja el debate del Congreso es que Rajoy no tiene oposición. Que, perdido el poder y la posibilidad de recuperarlo en tiempos previsibles, el PSOE ha optado por dedicarse únicamente a su guerra interna. Si eso es así, ¿quién va a contestar a Rajoy? Izquierda Unida no tiene peso para eso y veremos en qué queda lo de CiU.