Tras la cifra del déficit del Estado hasta el mes de julio anunciada el viernes por el Gobierno --un 4,38% del PIB-- sigue apareciendo una economía en recesión que, de momento, no es capaz de cumplir con el objetivo marcado por la Comisión Europea. Un incumplimiento que, hay que recordarlo, sobreviene después de que Bruselas relajase el tiempo y el dígito para lograr los objetivos, de tal manera que se alcance el 3% en el 2016.

A pesar de que este 4,38% mejora el resultado del mismo periodo del año pasado, es malo porque el objetivo marcado para el conjunto del 2013 era del 3,8%. Al dato se ha llegado por el mantenimiento de la caída de los ingresos del IRPF, reflejo directo del lastre en las cuentas del Estado del enorme volumen de paro y de la disminución de la recaudación del impuesto de sociedades, señal inequívoca de la baja actividad del tejido empresarial español debido a la crisis.

Frente al descenso de los ingresos en un 0,7% se encuentra el aumento del gasto en un 4,4% en el mismo periodo en comparación con los siete primeros meses del 2012. Aun con ello, el efecto contable de la transferencia del Estado a la Seguridad Social, que dispara los gastos, no tendrá una lectura real hasta que finalice el año.

De mantenerse esta tendencia, el Gobierno de Mariano Rajoy deberá tomar decisiones antes de que acabe el 2013 si aspira a cumplir con el compromiso adquirido con Europa por lo que respecta al déficit. Un nuevo recorte de los gastos u otra subida de impuestos se presentan como las fórmulas para alcanzar un objetivo que el Estado exige a las comunidades autónomas pero que él no es capaz de cumplir. Los números de agosto serán importantes para descifrar si el desbordamiento del déficit se consolida. En todo caso, los esfuerzos hechos hasta ahora no parecen suficientes en este apartado, aunque hay otras cifras económicas que pueden despertar cierto optimismo.

En esta línea está la balanza de pagos, que ha registrado el primer superávit semestral desde 1997. El aumento de las exportaciones, que se consolidan como el motor de la ansiada recuperación económica de España, así como el puntero sector del turismo han ayudado a este saldo positivo de la balanza por cuenta corriente. Pero aunque ayude a este superávit, la reducción de las importaciones no deja de señalar la debilidad del consumo español, un factor clave.