TMti pequeño ordenador, gentileza del hijo de unos amigos desesperado de su lentitud, lleva prestándome un fiel servicio desde que se fundió la batería del anterior, más pequeño si cabe pero suficiente para mis elementales y habituales necesidades informáticas, a saber, preparar las clases, poner exámenes y escribir artículos.

Le tengo cariño a mi humilde ordenador de pantalla diminuta y velocidad lentísima. Pero hoy, al abrirlo, me he encontrado un aviso fatal y en plural mayestático del antivirus con esta comprometida advertencia: "Hemos encontrado 30 problemas en su equipo": 18 aplicaciones innecesarias y 12 opciones de sistema lentísimas. Y no contento con eso, el chivato que pretende acabar con mi tranquilidad o mi indolencia tecnológico-digital, continúa hurgando en la herida y añade que hay 338,78 MB de archivos basura en mi disco duro. Así que, mientras esto escribo, me encuentro, querido lector ante un terrible dilema a la ínfima distancia de un click: ¿clickeo, como me aconseja la pantallita y optimizo mi PC, exponiéndome a lo desconocido y corriendo el riesgo nada remoto de que se me cuelgue todo y no pueda terminar este escrito a la hora estipulada? ¿No clickeo y me quedo con toda la basura, todas las aplicaciones inútiles y todo el atraso y lentitud acumulado por mi ignorancia y mala administración informática?

Luego me ha dado por pensar que España es como mi pequeño ordenador, pero a lo bestia. Repletita ella de aplicaciones innecesarias, elementos ralentizadores de todo progreso y millonadas de basura pestilente. ¡Qué maravilloso sería tener la solución a un solo golpe de dedito! Optimizar España, terminar con su Justicia lentísima, que va a permitir, por ejemplo, que prescriban varios delitos de corrupción de los ERE andaluces. Eliminar las duplicidades inútiles. Limpiar la porquería incrustada hasta en los más profundos resquicios. ¡Qué utopía! ¿Por qué no se ponen a ello nuestros prohombres, si los hay? ¿Será que, como yo, tienen miedo que se les quede colgada en el medio de su incompetencia?