Centenares de miles de españoles volvieron a salir ayer a la calle en protesta por el atroz ataque contra Irak. Lo hicieron otra vez en tono tan reivindicativo como festivo. Pero, en comparación con la gran manifestación pacifista de febrero, ayer hubo más crítica frontal al presidente del Gobierno, José María Aznar, y a su partido, el PP. Los ciudadanos hacían pagar así a Aznar su mezquina política de apoyo a los planes belicistas de Estados Unidos y sus continuos escamoteos ante el Parlamento y ante la opinión pública de sus verdaderas intenciones en esta crisis.

Las distintas marchas en toda España, que formaban parte de una nueva protesta mundial, fueron masivas pese a haber sido convocadas en la mayoría de los casos con más premura que las anteriores y cuando ya no es posible parar la guerra. También fueron pacíficas. Sólo se registraron unos pocos lanzamientos de objetos a policías, quienes aguantaron profesionalmente la agresión de esa minoría.

En el caso de la manifestación madrileña, la falta de cintura de la Delegación del Gobierno provocó por segundo día incidentes graves. Cargas policiales poco justificadas como las de Madrid pueden hacer que la protesta firme y pacífica degenere en indeseables disturbios.