Azaña se equivocó cuando dijo su famosa frase de que España había dejado de ser católica. Tendría que haber leído el libro ya entonces publicado por el jesuita --eso sí, francés---P. Plus: "Católicos, ¿somos cristianos?". Porque la fuerte influencia judía, musulmana y pagana de los católicos españoles, patente en su identificación antievangélica de la Iglesia con el Estado, han hecho que --entonces, e incluso hoy-- España sea demasiado católica, es decir, en ese punto clave, demasiado anticristiana.

Baste una prueba, general y oficial, para probar que hoy en España no hay ni un solo cristiano, al menos con una mínima influencia para poder llevar a los tribunales a la Iglesia católica por robar y violar la conciencia de la gran mayoría de sus ciudadanos. El sarcásticamente llamado "impuesto religioso" lo escogen menos de un tercio de los ciudadanos.

Pero como no pagan nada por ello, los centenares de millones que saca así la Iglesia católica, que no cristiana, los roba del bolsillo de los otros dos tercios de españoles y violando su conciencia, con la complicidad necesaria de un Estado prevaricador contra nuestra Constitución aconfesional. Si hubiera algún cristiano de verdad, se negaría a ser cómplice, por acción u omisión, de ese doble delito.