Siempre se ha dicho, y con razón, que la única posibilidad que tiene España de estructurarse como un Estado plurinacional moderno, libre y bien cohesionado pasa por un pacto entre su franja progresista (el PSOE e IU) y los nacionalismos (con CiU, PNV y el Bloque Galego a la cabeza), en un momento en que todos ellos juntos sumen una mayoría absoluta en el Congreso.

El PSOE es fundamental para este proyecto. Pero tiene el problema de albergar a sensibilidades políticas que van en esa dirección y otras que no. Este fin de semana, Rodríguez Zapatero, en su primera decisión de nivel de gran hombre de Estado, se ha pronunciado sobre la cuestión proclamando formal y solemnemente que el PSOE desea asentar el Estado de las Autonomías en la línea dibujada por los redactores de la Constitución, rechazando la involución que en algunos momentos intentó hacer el propio PSOE, y que siempre, y especialmente en los ultimos siete años, ha impulsado el PP.

Es una decisión histórica de los socialistas. Y es, sobre todo, una oportunidad de reanudar la construcción del tipo de Estado que los españoles de manera libre quisieron darse a ellos mismos después de la muerte de Francisco Franco.