Los últimos estudios demoscópicos y los resultados de las elecciones gallegas y europeas apuntalan la idea de que la corrupción no es considerada un cáncer de la democracia por un número significativo de ciudadanos. Los criterios de mayor permisividad son con los que se identifican como los nuestros, de tal manera que el fanatismo y la incondicionalidad llevan a criterios de condescendencia con los desmanes de los propios con tal de que no favorezcan a los contrarios.

Políticamente, España está dividida en dos con la excepción de pequeños desgarros nacionalistas. No hay transversalidad ni movilidad en el voto, de tal forma que en gran medida el resultado a favor de uno de los dos grandes partidos viene determinado por la abstención capitalizada por el otro y no por el trasvase de votos, que es muy poco significativo. Y en realidad no hay tantas diferencias entre los programas de los dos partidos principales, salvo la diferencia que ha construido José Luis Rodríguez Zapatero en la ampliación de los derechos civiles, que la derecha paulatinamente va aceptando cuando el desgaste producido en el PSOE por oponerse a ellos ha desaparecido. El pragmatismo del PP le permite adaptarse a la ley del aborto votada hace 25 años para oponerse a la reforma actual hasta que sea aprobada con los votos de los otros; transige con los matrimonios entre personas del mismo sexo cuando la confrontación ya no es rentable. El PP está inmerso en serios episodios de corrupción, y, sin embargo, las encuestas le dan tres puntos de ventaja sobre el PSOE. Si la corrupción deja de ser un elemento descalificador en política, acabará por ser un hecho asimilado como inevitable y la consecuencia será la desnaturalización de la democracia o la desafección de los ciudadanos. Lo más curioso es que quienes detestan la corrupción tienden a no hacer distingos y generalizan la condena de todos los políticos. Como no existe diálogo entre Gobierno y oposición, ni siquiera se pueden concertar acuerdos que desplacen a los corruptos. Si no se pone remedio a esta situación, la democracia saldrá seriamente deteriorada.