TLto bueno que tiene escribir artículos de opinión es que no se precisa un equipo de documentación como el de Umberto Eco . Una lee una noticia, se planta con su mejor o peor saber y entender ante la realidad y opina. Así trasluce su educación, formación, cultura, idiosincrasia, y sobre todo su osadía. Para opinar hay que ser más osado que Robin Hood , o más imprudente que un apasionado del paracaidismo, que en el Ranking de deportes de riesgo está el primero, por delante incluso del Bungee jumping, (vaya usted a saber qué será eso). Como la curiosa impertinente que soy me documento de memoria, para no disparatar procuro ser coherente y antes de arriesgarme con un golpe de erudición en un ataque de pedantería, procuro verificar el dato.

Lo malo de opinar es que a veces se juzgan intenciones o se elucubra sobre ellas. Y aunque nunca es mi intención ofender, puede que a veces suene irrespetuosa. Con los catalanistas me pasa. Debo poseer un gen antinacionalista. Y tiendo a pensar mal de ellos, pudiendo ocurrir que sean buenísimas personas. Pero tengo tirria a su ombliguismo. Por eso cuando he leído que en Sitges el PP está que trina porque CIU ha atendido la petición del CUP para cambiar la actual Plaza de Espanya por la del Pou Vedre y la calle Espanya por la Bassa Rodona me ha parecido que los dos partidos separatistas, a esquerra i dreta, tienen poco en qué pensar y pierden mucho el tiempo. Opino que la hermosa localidad sobre la que Terenci Moix escribió páginas imborrables tendrá más necesidades que afecten al bienestar de sus habitantes que ir cambiando nombrecitos de calles con el exclusivo fin de eliminar todo lo que suene a charnego. Roma tiene su emblemática Plaza de España, lo mismo que Cáceres tiene su calle Gran Bretaña. En el mundo libre todo, campean los nombres de calles de procedencia geográfica diversa cercana y lejana. Pero al modo en que en Corea del Norte no habrá ninguna calle Seúl --puede que sí, no me he documentado-- los catalanistas de Sitges eliminan el ofensivo rótulo. No vaya a ser que se les pegue algo. ¡Cuán enfermiza ideología!