La editorial Akal, dentro de la colección «Reverso», que dirige el historiador cacereño Juan Andrade, ha publicado el libro colectivo Ideas comprometidas. Los intelectuales y la política, coordinado por Maximiliano Fuentes y Ferran Archilés, profesores en las universidades de Gerona y Valencia. A través de los artículos de catorce autores se pretende responder a si es aún posible la función del intelectual en la sociedad actual.

El réquiem por los intelectuales lleva entonándose desde los años ochenta. En 1980 murió Jean-Paul Sartre; en 1984 su competidor Michel Foucault. El cambio de siglo nos dejó sin Pierre Bourdieu (2002), Edward Said (2003) o Jacques Derrida (2004). En lo que afecta a España, nunca olvidaré la imagen del abrazo que presencié en 2005, en un congreso en el Cervantes de Berlín entre Jorge Semprún y Juan Goytisolo, los dos mayores intelectuales españoles de la segunda mitad del siglo XX. El primero moriría en 2011; el segundo, en 2017. Ese año murió también Zygmunt Bauman, que intentó buscar un papel para el intelectual en estos tiempos de pensamiento líquido, o de liquidación del pensamiento. Un cierto sentimiento de orfandad nos sobrecoge cuando comprobamos el hueco que han dejado. Tras la lectura de este libro, enfocado en la historia del «siglo de los intelectuales», como llamara Michel Winock al siglo XX, ese sentimiento no ha disminuido.

El libro se abre con un artículo de Gisèle Sapiro, discípula (epígona, diría incluso) de Bourdieu, que expone una tipología de intelectuales, basada en «el caso francés». Más originales son los ensayos de la argentina Paula Bruno sobre la gestación del intelectual latinoamericano, en la dicotomía entre «yanquismo» y «latinidad», y del peruano Carlos Aguirre, sobre cómo esta dejó paso a la división entre prosoviéticos y proyanquis en la Guerra Fría. Maximiliano Fuentes analiza el «punto de inflexión» que fue la Primera Guerra Mundial, donde se puso a prueba qué pesaba más para los intelectuales: la fidelidad a la verdad y la justicia, o a sus naciones en guerra. Para los socialistas, el dilema fue especialmente grave, como analiza Patrizia Dogliani, mientras que los intelectuales judíos formaron una élite cosmopolita y transnacional, como trata Enzo Traverso, algo que terminó con la Shoah y la consolidación del Estado de Israel.

Ismael Saz analiza el caso español y las trayectorias, a principios del siglo XX, de intelectuales liberales como Ortega y Gasset y de «(anti)intelectuales» derechistas, concepto acuñado por un servidor hace unos años, poco entendido en su momento. Vittoria Albertina habla sobre los intelectuales del Partido Comunista Italiano, sin el cual no se puede entender la brillante cultura italiana de postguerra, cuyos restos terminó de enterrar Berlusconi. Siguen dos artículos sobre los dos grandes intelectuales franceses de postguerra, rivales entre sí: el primero sobre Albert Camus, hagiográfico, a cargo de su biógrafo Jeanyves Guérin; otro más matizado sobre Sartre, por Ferran Archilés. Por su parte, José Neves analiza la trayectoria del intelectual portugués António José Saraiva y Ángel Duarte la de Carlos Castilla del Pino. Cierra el libro François Hourmant que, de nuevo sobre el caso francés, habla de «la desaparición del intelectual de izquierdas» sustituido por bocachanclas mediáticos como Bernard-Henri Lévy.

*Escritor.