En la comarca de Betanzos (La Coruña) los lobos han matado vacas, corderos y a unos 50 perros, segando así la vida de otros animales y disminuyendo los recursos de los campesinos. Filósofos morales como Peter Singer o Jesús Mosterín contribuyeron a ampliar el «círculo de la compasión» o de la empatía y los derechos a la vida y a la libertad a otras especies distintas de la humana; por su parte, naturalistas como Félix Rodríguez de la Fuente abogaron por la defensa del lobo ibérico, colaborando así a su conservación pero también a su proliferación. Ahora, sin embargo, ha llegado el momento de reflexionar: ¿qué ocurre cuando los derechos de una especie (en este caso el lobo, depredadora por naturaleza) colisionan con los de otras, incluida la nuestra? Basta pensar en cuáles serían las consecuencias penales si fueran seres humanos los que hubieran cometido tales desmanes sobre otros animales y propiedades ajenas. Los lobos no son imputables, pero el mantenimiento del equilibrio ecológico y el de nuestra escasa población rural exigen medidas legales y prácticas para que cada especie se ajuste a lo que le corresponde sin perturbar a las demás.