Siempre que empieza una campaña electoral, los candidatos de aquí tienden a mirarse en el espejo de Madrid. Si se ven guapos, sus posibilidades en las urnas se incrementan. Si su reflejo es malo, hay que echarse a temblar. La imagen que emanó de Zapatero en su momento fue nefasta para el PSOE y no digamos nada de Rajoy, en plena crisis económica y con la tijera de los recortes en la mano, para el PP. Ahora estamos en tiempo de sosiego. A punto de entrar en agosto, el sesteo se puede decir que se extenderá todo el mes para, a la vuelta del verano, más concretamente cuando pase el 8 de septiembre, día de Extremadura, todos los partidos y sus respectivos candidatos empiecen a mirarse en ese espejo y ver qué posibilidades tienen para afrontar un nuevo reto electoral. No en vano, ocho meses después, el 26 de mayo, estaremos votando y todos se la juegan: O en el gobierno gozando o en la oposición penando. Y ya saben PSOE y PP lo que significa perder cuando se está en el poder: pasar de la euforia a la depresión en 0,2.

Los socialistas ahora gobiernan en Madrid, pero la papeleta que tienen ante sí no les reporta sosiego ni gasolina a los de aquí. El viernes se escenificó su minoría y se pudo comprobar cómo una mayoría Frankenstein se constituye bien en contra de alguien, en este caso Rajoy, pero luego nunca funciona a favor de nadie, en este caso Pedro Sánchez. El presidente del gobierno, con el aval de Europa, no logró en el Congreso de los Diputados el apoyo ni a derecha ni a izquierda para la nueva senda del déficit y el techo de gasto que planteaba, lo que se traduce en echar por tierra su intención de darle más aire a las administraciones para poder gastar. En el caso de Extremadura, 40 millones de euros más. ¿Ustedes saben lo que se puede hacer con 40 millones extras? Una barbaridad en periodo preelectoral.

Pedro Sánchez se tambalea aunque solo sea una escenificación de la minoría que todo el mundo sabía de antemano que tenía. El amago de convocar elecciones lanzado desde Moncloa diciendo que las cosas tienen un aguante fue inteligente. A nadie más que al PSOE le podría interesar ahora unos nuevos comicios, pero lo cierto es que la medida no siguió adelante, lo que complica la aprobación de los presupuestos generales del Estado del 2019 que entrarán en el Congreso en apenas mes y medio. Sus ‘socios’ en la moción de censura andan en otras cosas y los independentistas del PDeCAT están de nuevo montando el numerito con Puigdemont haciendo de monigote. El presidente del gobierno tendrá que ofrecer algo a la vuelta de las vacaciones que vaya más allá de meras palabras y, a la vez, no infrinja ningún agravio que pueda causarle problemas en el resto del territorio nacional.

El PP tampoco anda muy fino. Su nuevo líder necesita hacerse oír y que la gente en general, y la militancia en particular, se olvide más pronto que tarde que tarde de la batalla vivida con los sorayistas. Está por saber qué va a hacer Sáenz de Santamaría, así como los derroteros que va a seguir el propio Pablo Casado: O ideologizar el partido hacia la derecha o conquistar la derecha en sí misma para, después, ir a la captura del centro.

De esa última decisión dependerá también lo que ocurra con Ciudadanos. Los de Rivera se han quedado descolocados tras el congreso del PP y están como desdibujados. Pareciera que la elección de Casado tuviera como fin sacar del centro a la marca blanca de la derecha para que sea de nuevo la original quien la ocupe. Sin embargo, el PP ha entrado en una especie de bucle dado que un giro a la derecha daría alas a Ciudadanos, pero centrarse supondría traicionar a la militancia que ha aupado a su nuevo líder. Ningún partido como Ciudadanos para mirarse en el espejo de Madrid, su dependencia de lo nacional es total y lo que pase en el conjunto del Estado tendrá su extrapolación aquí, para bien o para mal.

Queda Podemos o como finalmente se vaya a denominar cara a las próximas elecciones, puesto que sigue sin encontrarse el consenso adecuado. Con sus dos portavoces, Pablo Iglesias e Irene Montero, de baja por paternidad y maternidad, pareciera que el partido anduviera un tanto a la deriva al no visualizarse sustituto. El apoyo de la formación a la moción de censura para luego no haber conseguido prácticamente nada, le plantea serios problemas cara a su electorado pues echar a Rajoy solo se ha traducido en darle alas a Sánchez. La fuerza de los morados de anteriores comicios se ha difuminado y, en cadena, el decaimiento llega a todos los territorios incluido el nuestro.