TEtl título de estas líneas lo es también de la conocida obra teatral de Samuel Beckett , considerada una de las obras cumbres del teatro del absurdo. En dos actos, asistimos a una espera, la de dos personajes a un tal Godot . Y poco o poco vamos siendo conscientes de que aguardan infructuosamente, hasta sospechamos que esos dos personajes (probablemente) ni siquiera llamaron a quien esperan.

Sobra decir que una obra tan citada y usada como metáfora lo es por la alta carga de simbología que contiene. No hay piedad para dos personajes cuya espera automática no es más que un pretexto para no hacer nada. En la obra, su diálogo se desliza en una insufrible farsa, en la que se interrumpen constantemente, difícilmente enhebran argumentos y llegan a acusarse mutuamente de la no llegada del añorado Godot . Su espera carece de toda racionalidad y se basa en la creencia (poco menos que superstición) de que algo, no se conoce qué, cambiará la situación.

No creo que, leídas esas líneas, no tengan la misma tentación que yo de poner nombres a esos personajes de ficción. En las tablas, se llaman Vladimir y Estragón . En los suelos alfombrados del Congreso, Rajoy y Sánchez .

La simple posibilidad de unas terceras elecciones, además de una tremenda irresponsabilidad, genera escalofríos por la frivolidad de unos argumentos en los que asoma (mucho) la arrogancia y falta una altura de miras que debíamos presuponerles. Si, a estas alturas de la partida, no han comprendido que el tacticismo político se castiga, dan ganas de levantar los brazos airados como cuando ese delantero torpón de nuestro equipo se empeña en mandarla al palo o fuera sistemáticamente. Que alguien nos dé la hoja de reclamaciones.

Dejemos de lado la cuota de responsabilidad de la nueva política, que es marginal. El silencio de Iglesias es, como siempre, calculado. Pero del todo lógico: su posicionamiento ideológico y determinadas propuestas (por ejemplo, la visión territorial), sumados al reconocimiento de la mayoría popular le coloca en la cómoda situación de no estar invitado en este debate. Ciudadanos sabe que es bisagra y muestra voluntad de jugar ese papel. Lo que no puede hacer Rivera es entregar un 'sí' en forma de cheque en blanco y dando la espalda a ese electorado que se la ha mostrado fiel en las dos votaciones.

XRAJOY,x en cambio, se ha enrocado en una falsa modestia, la de quien habla de pactos, pero considera suficiente el hecho de ser la lista más votada para exigir. No parece entender que su legitimidad como presidente nace de liderar y proponer puntos de acuerdo que, sin duda, existen. Es difícil negar que hasta ahora su táctica del avestruz le ha dado rédito. Ya comenté que la tentación de culpar a otros del fracaso de su investidura es grande, supongo que porque desde Génova le dicen que sería positivo. No lo tengo nada claro.

Lo de Sánchez es más grave. Se hace demasiado evidente que su armada (poco) invencible lucha no sólo contra los enemigos, sino contra los elementos (no estoy calificando a nadie...). De ahí ese rictus altanero de púgil en liza, que se compadece muy mal con haber besado la lona en dos ocasiones en menos de seis meses. Los hechos dicen que está llevando a su partido a cotas (abisales) poco transitadas. Su apelación continúa a "las derechas" frente a su propuesta "de izquierdas" suena a argumento repetición para (auto)creérselo y del terrible miedo a un adelanto de Podemos que sería su entierro político. A todos se les llena la boca siempre de hablar del "mandato electoral". De unos votantes que, cuando son suyos, se llaman "el pueblo" o "España", y cuando no lo son, se citan despectivamente como una panda de indocumentados a los que pedir el DNI, al fino estilo de porteros de discoteca.

Si hay algo parecido a un mandato nacido del resultado de junio, parece estar bastante claro. El único partido que sumó adhesiones fue además el más votado: el Partido Popular. Un gobierno no encabezado por ese partido (ojo, digo partido) es poco menos que un sinsentido. Pero nuestro sistema electoral es parlamentario, así que la segunda parte del mandato es igualmente evidente: pacten. No a un bloqueo sistemático y electoralista, y sí a un acuerdo (siquiera de mínimos) que nos permita tener un gobierno. Hay un convencimiento en la población de que son muchos los puntos que conectan a los partidos y un cansancio compartido al zumbido político.

Ni siquiera Godot tuvo un tercer acto. Esperemos que no nos empujen a ello, porque tendríamos que escribirlo entero.