Profesor

Tengo que frotarme los ojos para dar crédito a lo que leo en la prensa regional. Y no puedo por menos de pensar que si siempre se ha dicho que el oficio docente es proclive a la depresión, en nuestros días hay que tener una salud a prueba de bomba para salir indemne de tanto disparate como estamos viviendo. Perdóneseme la inelegancia de hablar de mí mismo, pero quien lo dice es un profesor vocacional, que hace ya más de treinta y tres años que entró como tal en un aula por primera vez y nunca se ha arrepentido de ello. Por no tentarle a uno, ni siquiera le ha tentado ser concejal en su pueblo. No digamos ya parlamentario regional.

La polémica sobre la fecha de realización de los exámenes extraordinarios para los alumnos de secundaria, que está teniendo una amplia repercusión en la opinión pública extremeña, ha alcanzado tintes tragicómicos. Y da rabia comprobar que las opiniones que menos en cuenta se tienen a la hora de tomar decisiones, sea en Madrid, sea en Mérida, son las de quienes nos pasamos en los colegios e institutos días, semanas, meses y años, es decir, profesores, alumnos y, en menor medida, padres de alumnos. No se trata, claro, de negar la legitimidad de los políticos para legislar, para organizar las actividades públicas que sean de su competencia. Pero sí de pedirles un poco más de racionalidad, de sentido común. A veces, nos parece a algunos, la disputa política lleva a los actores de la misma a adoptar posiciones grotescas. A una especie de diálogo de besugos en el que nadie escucha a su interlocutor y todos se limitan a articular un discurso previamente aprendido.

Los profesores, o al menos muchos profesores, estamos boquiabiertos tras las últimas novedades producidas en el asunto éste de los exámenes, aunque después de leer cosas como que tenemos que evaluar los conocimientos cognitivos de los alumnos, y eso escrito por una autoridad educativa, ya no debiera quedarnos margen para la sorpresa. No debiera, pero nos queda, porque ahora se nos propone una nueva cuadratura del círculo, problema muy sencillo de enunciar, como todo el mundo sabe, pero imposible de resolver. Se nos obliga a que durante un mes mantengamos en las aulas, no sabemos si utilizando la apabullante tecnología informática que nos ha hecho líderes mundiales o la más tradicional regleta, a aquellos "alumnos que hayan aprobado la evaluación, que estudiarán por si quieren subir nota" (no se nos dice qué harán si no lo desean, o alcanzaron ya el sobresaliente) y a aquellos otros que "por ejemplo si en lengua van bien pero no saben las preposiciones, aprenderán sólo preposiciones". Ciertamente también es lamentable que aquí, en Extremadura, la oposición política, el Partido Popular, intente sacar tajada de un asunto en que la opinión de los interesados, profesores y alumnos, es tan clara como en éste, pero afirmar, como hace el señor presidente de la Junta, refiriéndose al sindicato más votado entre los docentes, que "yo también puedo pensar que ellos van a usar a los alumnos, suspendiéndolos, para boicotear la LOGSE", es un despropósito de tal calibre que, por mucho que estemos habituados a las declaraciones que prodiga el señor Rodríguez Ibarra sobre cualquier tema divino o humano, nos hace pensar que de vivir don Ramón del Valle Inclán hubiera encontrado en nuestra tierra un filón inagotable para sus esperpentos.