WAw quella que en su día fue llamada mayoría silenciosa ha dejado de serlo para convertirse en una mayoría bulliciosa que ha hecho oír su voz al mismo tiempo en al menos un millar de ciudades de todo el mundo. Mientras en París se reunían los ministros del G-20 para preparar una más de la serie de cumbres que de poco han servido para sacarnos del marasmo económico y financiero, miles y miles de indignados han protagonizado la manifestación más global de la historia para pedir la participación directa en la vida social, política y económica y reclamar una democratización de la economía y de la gobernanza. Desde Sydney a Nueva York, desde Taipei y Tel Aviv a Barcelona, Badajoz o Cáceres, todos los indignados que ayer salieron a la calle tienen un motivo común de fondo, aunque en la superficie se reivindicaran causas concretas. El motivo común que resume todas las particularidades es la impotencia de los ciudadanos, incapaces de influir ante una política y unos dirigentes que, aun siendo elegidos de una forma democrática, han hecho dejación del compromiso asumido con la sociedad y se han rendido y hecho cómplices de los mercados, que se han erigido en el auténtico gobierno global.

En clave regional, se registraron manifestaciones en al menos nueve municipios, un hecho sin precedentes. Especialmente numerosas fueron las protestas de Cáceres y Badajoz. En la capital cacereña, en torno a 3.000 personas de todas las edades e ideologías salieron a la calle de forma pacífica en una de las mayores concentraciones críticas de la historia reciente de la ciudad. En Badajoz, fueron un millar los manifestantes, una cifra nada desdeñable.

Una vez constatada la internacionalización de la protesta, lo más difícil viene ahora. No se pueden esperar resultados de la noche a la mañana. El movimiento debe buscar la forma de no desperdiciar el gran activo que posee, su capacidad transformadora, y convertirlo en realidad. El movimiento pide ética y más democracia, pero no logrará ni la una ni la otra con maximalismo. Al contrario, debe concentrarse en consensuar pocas propuestas que puedan incorporarse a la política, que sigue siendo el marco de actuación de la sociedad.

En España, por ejemplo, el concepto de dación reivindicado en su día por el 15-M está comenzando a ser asumido por algunos grupos políticos y también se debate sobre la reforma de la ley electoral. Si hasta ahora lo que se había globalizado eran los mercados y las comunicaciones, a partir de ayer, también lo ha hecho la indignación ciudadana. El espíritu del 15-M ha prendido el 15-O. Gobiernos y mercados no deben ignorarlo.