Hace justamente diez años, en una madrugada como la de hoy, sobre Badajoz y Valverde de Leganés se abatió la tragedia. Tres arroyos, los del Rivilla y Calamón en la capital pacense y La Nave en Valverde, se desbordaron como consecuencia de las lluvias torrenciales --en algunos puntos cayeron 127 litros por metro cuadrado en dos horas--, arrollaron lo que encontraron a su paso y se llevaron por delante las vidas de 25 personas, 22 en Badajoz y tres en la localidad valverdeña. Fue el suceso más dramático que sufrió la región desde que hay autonomía. Centenares de familias se vieron literalmente en la calle y sin más patrimonio que lo que llevaran puesto en el momento de la huida de la tromba de agua. El barrio del Cerro de Reyes quedó anegado por las aguas y hoy todavía es perceptible el estrago porque aún quedan restos de casas por derribar. Sin embargo, más perceptible aún que lo que queda por hacer es que de aquella tragedia nació un espíritu de colaboración entre administraciones de distinto signo (el Ayuntamiento y el Gobierno central del PP, la Junta y la Diputación, del PSOE), desconocido hasta entonces y muchas veces añorado en los últimos diez años, y del cual nació una formidable labor de reparación de los daños (los materiales, los únicos reparables) que ha culminado con la construcción de 1.200 viviendas y una actuación en los cauces de los arroyos que se desbordaron para garantizar que nunca se podrá volver a repetir una catástrofe de su estatura. En el fragor del día a día, los extremeños olvidan la respuesta que dieron a la tragedia de la riada. Más valdría tenerlo siempre presente porque fue uno de esos momentos en que se demostró la fuerza incalculable de la unión.