Esto va rápido, más que nunca. Se constituyó la nueva Asamblea de Extremadura salida de las urnas del 26 de mayo, el lunes Guillermo Fernández Vara expondrá su programa de investidura, y el martes será elegido presidente, probablemente con los votos de su partido y nada más. La aritmética parlamentaria, la mayoría absoluta de 34 diputados entre 65, no precisa de mucho más, ni largas sesiones bautizadas desde la trinchera de enfrente como ‘Pacto de la Corrala’, ni escarceos a modo postureo que a todos nos harían perder el tiempo.

Es bueno hacerlo así dado el resultado porque la política, que es decidir, promover, gestionar pero también transformar, innovar, motivar (muy importante), no pueden esperar; la función de un buen líder político es mucho de eso último: ilusionar, proponer, hacer creer, en esta región que tantos gustan de flagelarse, en nuestras fuerzas y capacidades.

También es función periódica de él, la de desmontar las redes o telarañas tramposas que se hayan ido montando. Por eso es buena la limitación de mandatos a ocho años, aunque aquí se ha llevado, democráticamente, sí, al extremo discutible de que un presidente de la Junta con dos cuatrienios jamás podrá volver a ser elegido. Es sano evitar ‘regímenes’, sistemas impermeables y acorazados, pero quizá no tanto privarnos colectivamente de quienes gocen del favor ciudadano en un momento dado.

Pese a lo aburrida que pueda presumirse esta legislatura autonómica que viene, por la mayoría absoluta hasta 2023, va a ser un cuatrienio importante. Aunque solo sea por el adiós de los líderes de los últimos 15 años y que han ocupado la presidencia, Guillermo Fernández Vara y José Antonio Monago. Vara, cuando cumpla esta legislatura, no podrá volver a concurrir al cargo, y para entonces se cumplirán tres lustros de la llegada del presidente regional del PP a ese cargo.

En su cuaderno de viaje político, Monago tendrá escrita la construcción de un nuevo PP conforme a sus planes; una victoria histórica en 2011 que le deja para siempre en la galería de honor del partido en Extremadura, llegada entre méritos propios y el tsunami que se llevó a Zapatero y sus barones, pero también una discutida presidencia que tras la moción de censura y sobre todo los viajes a Canarias, le llevaron a una decadencia saldada en derrota, y en lo personal a un lastre en las alas.

Otra cosa, como siempre, es la sucesión. Los partidos, todos, tienden a ser muy personalistas, con mucha concentración de poder, y descuidan la formación y promoción de la ‘cantera’, por tanto pasan muchos apuros llegado el momento y sobre todo cuando como en el caso del PP es una comunidad históricamente adversa. En el PSOE es todo lo contrario, muchos y muchas aspirarían íntimamente a liderar, pero pocos están dispuestos a recorrer el camino de intrigas y batallas, a casi muerte políticamente hablando, anejas a todo proceso de llegada al poder supremo.

Los socialistas tienen a favor la tranquilidad de cuatro años en gobierno cómodo en Junta, diputaciones… Hoy día por el contrario ya pende sobre cualquier entidad colectiva el papel de la mujer, su promoción. Generaciones, provincias, elementos que andan en danza; pesos y contrapesos.

Pero eso llegará después. Ahora hay prisa, y el jueves 27 Fernández Vara tomará posesión. Ha sido un año muy duro con un gobierno nacional enviado a elecciones tras tumbarle los Presupuestos, dos fechas electorales, la primera importantísima, mucho desgaste estratégico y por un tremendismo muchas veces forzado, así que en el país hay cierto cansancio y necesidad de vacaciones. Mas antes, la última prueba de estrés de momento, la investidura de Pedro Sánchez y la segura continuidad en la alta tensión política de esta nueva etapa complicada que nació en Cataluña con aquella consulta.