Creo que nadie pondrá en tela de juicio que el desarrollo y la prosperidad de un país tiene como piedra angular el capital intelectual y el nivel de formación que se atesore; en España y en concreto en Extremadura el horizonte que se vislumbra es si no negro, sí bastante gris; nuestros chicos en edad de formarse exhiben un desinterés preocupante que se hace patente en las tasas inaceptables de fracaso escolar o abandono de los estudios, y en este peimista escenario todos, absolutamente todos hemos de entonar el mea culpa . Los padres nos preocupamos en general, más bien nada de los estudios de nuestros vástagos, nos creemos lo que nos conviene o nos apetece creer y por ejemplo penamos que el tiempo que nuestros hijos están en su habitación lo dedican al estudio, cuando en la mayoría de los casos su cuarto es un santuario del ocio, una ludoteca, equipada con conexión a internert, televisión, videoconsola y el imprescindible móvil... a ver con este despliegue de medios quién es el guapo que estudia.

El sistema educativio es un comodín que los diferentes Gobiernos han instrumentalizado para desacreditar a sus antecesores, y así hemos llegado al esperpento, a una sopa de letras, LOE, LODE, LOGSE... Asistimos al réquiem por el esfuerzo, ahora no se aprueba, se promociona, siendo la edad el parámetro fudamental para pasar de curso. Hay alumnos que tienen veinte materias pendientes, vamos de risa. En el instituto donde trabajo se pasan de nueve grupos en primero de la ESO a solamente tres en Bachillerato, así que el horizonte es peor que desastroso y mientras contemplamos esta debacle, las estadísticas se encargan de decirnos que las cosas no están tan mal, que marchan incluso moderadamente bien. Ya decía Churchill que las estadísticas eran la manera de mentir científicamente. Los que nos dedicamos a la tarea docente podemos asegurar que podemos estar muchísimo mejor pero difícilmente peor.

Hasta que no revaloricemos el esfuerzo como motor del aprendizaje no superaremos esta situación; seguiremos más preocupados por las estadísticas, las continuaremos maquillando para no percibir el hedor de lo que subyace; tomemos como ejemplo la Revolución que perpetraron Cantor o Russell entre otros, axiomatizando todo el edificio matemático dotando a esta ciencia, la Matemática, de ese aura de perfección y excelencia que hoy ostenta.

Hagamos algo para colocar a nuestro país donde se merece y eso sólo se puede conseguir con un sistema educativo basado en el esfuerzo.

Juan Carlos López Santiago **

Jaraíz de la Vera