Los síntomas de una depresión suelen ser tristeza, ansiedad, inhibición del ánimo y del optimismo, y otros efectos que reducen el potencial de de quien la padece. Los datos del paro en 2008 y el descenso de las afiliaciones a la Seguridad Social, unidos a los efectos de la recesión en la que estamos inmersos, parecen estar provocando un estado depresivo en la sociedad que, según los expertos, será prolongada, lo que agrava más esta especie de pandemia anímica que nos azota con dureza en este comienzo de año.

Además de las cifras negativas --con récord histórico incluido-- que nos recuerda el INE, muchos datos justificarían este cuadro de pesimismo y desconfianza que atraviesa el país y que genera ya situaciones dramáticas en las familias y en las clases más débiles. Pero también es importante recordar que no todo es negativo y que existe aún espacio para combatir y aminorar esta situación, fundamentalmente desde instancias políticas, a las que hemos de exigirles si cabe una mayor dosis de solidaridad y de justicia social. La bajada de tipos de interés prevista, el abaratamiento del crudo, la baja inflación y algunas medidas ya puestas en marcha por los gobiernos, como el fondo de inversión local, generan alivio ante la avalancha de desempleados y la pérdida de tejido productivo. Sin embargo, la inyección de fondos a los bancos no ha generado el efecto que los ciudadanos esperaban y aún se hace necesario facilitar el crédito para soltar parte del lastre que se arrastra, especialmente duro en algunos sectores económicos. Hay que conformar una estrategia de financiación solidaria entre los diferentes territorios que integran el Estado que permita mantener y asegurar unos mínimos que garanticen el estado de bienestar.