El próximo 30 de noviembre los ciudadanos extremeños estamos llamados a participar en Mérida en el acto de conmemoración de nuestros 25 años de Autonomía y en defensa del Estado de las Autonomías. Una iniciativa apoyada por unos, criticada por otros, pero sin duda una excelente excusa para la reflexión y el análisis sobre nuestro modelo de autonomía, la identidad regional y el sentimiento de pertenencia a esta región. Realmente uno que ha vivido la mayor parte de su vida en democracia y bajo la tutela del Estatuto de Autonomía no puede opinar mucho sobre las diferencias con respecto a etapas preconstitucionales, más allá de aquello que ha leído o ha escuchado. Sin embargo dentro de este cuarto de siglo sí puedo advertir los cambios y la transformación experimentada por esta tierra. Del mismo modo soy consciente, al igual que buena parte de la ciudadanía, de la complejidad política del momento actual y de las dificultades con las que se encuentra el modelo autonómico español, que comienza a ponerse en duda por parte de algunas minorías, que lo utilizan como confrontación política y pretenden alterar en cierto modo el orden político establecido, paradójicamente con el que estuvieron de acuerdo en sus principios.

Lo cierto es que solo hay que echar la vista atrás y comparar la evolución que este modelo ha permitido en todas las regiones españolas, para darse cuenta de que en términos generales la transformación ha sido espectacular. Por otra parte, resulta obvio pensar que existen nuevos contextos socioeconómicos que necesitan de nuevos ordenamientos, eso sí acordes con la Constitución y con la igualdad y equilibrios entre los diferentes territorios. Esto supone un paso crucial en el desarrollo del Estado español y un ejercicio de consenso político en cuestiones de financiación, reforma de los diferentes órganos de representación, de las relaciones entre diferentes administraciones y en definitiva, un nuevo reto para las autonomías.