TEtl estado de la nación es malo, sin querer entrar en detalles, y el estado de la susceptibilidad está alcanzando límites insospechados. Nos desquiciamos por el matiz, por el tono, mientras parece que los asuntos trascendentes no son dignos de nuestra atención. A casi nadie parece preocuparle el futuro energético de este país, pero si Montilla dice eso de que parecen gallegos que no se sabe si suben o bajan de una escalera, se nota obligado a pedir disculpas, porque supone que una frase que dicen los mismos gallegos, que la inventaron ellos, y que es una muestra de su excelente humor, pueda ofender a los gallegos. La inversión de la jerarquía de los valores es tan inmensa que a Montilla le parece perfectamente normal que se prohíban las corridas de toros en Cataluña y, al poco, se prohíba la posible e hipotética prohibición de la tortura de los correbous , y, sin embargo, considere que es una ofensa hacerse eco de un tópico. Piensa Montilla que la dificultad para que unos padres que viven en Cataluña puedan elegir el castellano para escolarizar a sus hijos es algo que no tiene demasiada importancia, y, sin embargo, se apresura a desdecirse de una broma que alienta un tópico, cuando sabemos que los tópicos son injusticias admitidas por la generalización ayuntada con la parodia.

Es terrible el enaltecimiento de la anécdota en detrimento de la categoría. Es triste que se haya repetido en los últimos días la anécdota de José Antonio Labordeta , en su desahogo parlamentario, y no se haya profundizado, o acercado un poco más a su vasta obra literaria. Es desconsolador que nuestros investigadores más valiosos sean unos desconocidos para sus compatriotas y los gamberros de uno y otro sexo enaltecidos por los medios se conviertan en personajes. No se trata de detalles, sino de graves síntomas.

Y cuando la susceptibilidad alcanza determinados grados no es difícil diagnosticar que la sociedad está enferma.