Hoy toca hablar de los pisos. El desastre es de tal naturaleza, que puede decirse que España no conoce drama semejante desde la Guerra Civil. Y no exagero un ápice. En los tres cuartos de siglo transcurridos desde la contienda fratricida nuestra sociedad no ha sufrido nunca un trauma semejante; tanto si se mide en sufrimiento personal para los ciudadanos como en la debacle económica que produce.

Las cifras sobre la caía de precios varían bastante según la fuente, pero todas coinciden en que en los últimos cuatro años el valor de las viviendas ha caído entre un 17 y un 26%.

Como es muy raro que alguien compre una casa pagando de entrada más del 20% del precio, podemos concluir que los dos millones de personas/familias que han comprado piso en los últimos cinco años han perdido hasta la última peseta del dinero que pagaron, o tienen unas hipotecas que valen más que las casas que compraron.

El estrago puede medirse a cinco niveles. Como las ondas que produce una pedrada en un estanque, el daño se acaba extendiendo a toda la superficie.

La primera pedrada se la llevan los infortunados que no han podido hacer frente a los pagos. Según el Consejo del Poder Judicial, las ejecuciones hipotecarias afectan a más de 300.000 familias en cuatro años. Pero hay mucho miles más que han entregado las llaves sin llegar al juzgado. O que han tenido que malvender para evitar la ejecución.

XES FACILx imaginar el sufrimiento de estas personas. No duermen. Sienten que el mundo se hunde a su alrededor. El sueño de una vida feliz se desmorona. Tienen que refugiarse en casa de familiares o amigos. Además siguen siendo acreedores de los bancos, porque la venta en subasta nunca alcanza a pagar la deuda. Estas son las primeras víctimas.

En segundo lugar están los infelices que no han perdido la casa, pero tienen que ir pagando las deudas a costa de comprometer su patrimonio o el de sus familiares. Lo que se prometía como una aventura gozosa, (tener vivienda propia) se convierte en una pesadilla creciente. La pregunta que se hacen es si podrán seguir aguantando. Saben que la casa vale menos que la deuda. Sufren con la subida de tipos. Tiemblan con la bajada de precios. Palidecen con las perspectiva de perder su empleo. Son esclavos de la abyecta hipoteca. En esta triste situación se encuentran dos millones de propietarios.

El tercer nivel de afectados son los tres millones de propietarios que quieren vender sus viviendas pero tardan años en encontrar comprador, aunque rebajen el precio que piden.

En el cuarto nivel de afectados se encuentran los 22 millones de propietarios de pisos que comprueban cada día como pierde valor su patrimonio. Se desvanecen sus sueños de una jubilación de oro. Padecen al comprobar que sus bienes no valen lo que pensaban. Son gente que nunca compró acciones, ni quiso arriesgar con sus bienes. Ahora descubren que los pisos no son una inversión segura . Lo de Madoff no es nada comparado con la estafa inmobiliaria. Las víctimas de Madoff perdieron 13.900 millones de euros. Los propietarios de viviendas en España hemos perdido sesenta veces más.

En el quinto nivel de afectados nos encontramos los 47 millones de españoles. La debacle inmobiliaria es causante del paro laboral, parón económico, y parálisis colectiva que nos agarrota. El pesimismo se ha hecho dueño del territorio.

El huracán inmobiliario ha barrido del mapa a decenas de miles de empresas que vivían de un sector hipertrofiado. Lo que es peor, muchas empresas que serían productivas en condiciones normales, mueren o languidecen porque no encuentran financiación. El propio sistema financiero se tambalea.

Este humilde columnista vaticinó hace cuatro años (el Periódico Extremadura 13/4/07 ¿Hasta cuándo caerán los pisos? ) que el ajuste duraría al menos doce años. No hacía falta ser experto para atisbar el tsunami que se acercaba. ¡Pero convino a todos ignorar la tormenta!

Tengo delante el informe del BBVA ituación inmobiliaria, abril 2000 . Ya entonces se decía en la portada "el esfuerzo financiero para comprar vivienda ha superado el nivel crítico del 33% de la renta bruta de las familias". Pero la orgía no había hecho más que empezar. Especuladores, notarios, constructores, tasadores, entidades financieras, registradores, concejales de urbanismo, recaudadores públicos- una larga cohorte se conchabaron para inflar los precios.

Pergeñaron hipotecas a 50 años, períodos de carencia, intereses crecientes. Urdieron falsedades del tipo de "los pisos nunca bajan". Los que sabían callaban, y los que hablaban eran desacreditados. Izquierda Unida propuso en el parlamento limitar las hipotecas a un máximo de 15 años. Los demás se rieron. Ahora propone que la entrega de llaves cancele la deuda. No lo admiten, pero ya no se ríen. Estamos sembrando las semillas para una revuelta popular.

En el timo de la estampita el timador se hace el idiota para engañar al infeliz codicioso. En el timo inmobiliario la codicia ha llevado a la ruina a millones de compradores, pero el idiota estafador descubre ahora que una estafa tan profunda, dolorosa y masiva como ésta, se vuelve contra todos. De momento ya lo estamos pagado, con una crisis de caballo. Y está lejos el final del drama.