Dramaturgo

Truenen o no los cañones, ardan las arenas del desierto o los minaretes de Irak, ya estamos en guerra. La señal, el anuncio del inicio llegó con todo lujo de detalles, en la noche, bajo la oscuridad y cuando los ciudadanos regresaban a casa después del trabajo. Se desplegaron los aviones, se cargaron las armas, se presentó al enemigo de forma nítida, con la brutalidad de sus fuerzas, con la crueldad de sus actos, con esas caras deformes y monstruosas que invitan a su aniquilamiento, a su total destrucción. Y apareció el presidente, alto, elegante, guapo, valiente, vestido con uniforme de las Fuerzas Aéreas, con una familia ejemplar, con unos amigos leales y con soldados heroicos.

Nadie esperaba que en mitad de la noche se diera la señal, que nos cogiese desprevenidos, que con tanto lujo de detalles pudiéramos ver cómo los partidarios de la libertad y de la democracia, los guapos y rubios, los desarrollados hijos de Eva, utilizaban todo su poder bélico para derrotar a aquella amenaza terrorífica que pretendía someter a la civilización occidental, oriental y mediopensionista.

Vimos cómo al final, cuando la amenaza era destruida, como no podía ser menos, todos los pueblos del mundo, hasta los de turbantes, lanzas, arroz tres delicias y casetas de hielo, miraban al cielo y daban gracias a Dios (al que sale en los billetes de dólar) por la gran victoria final.

Todo sucedió en una noche, era la señal que indicaba que estamos en guerra, así se ha hecho siempre, así se ha procedido cada vez que Estados Unidos se disponía a salvar el mundo, antes de cada ataque y cada soflama patriotera: Antena 3 televisión ha emitido Independence day . Estamos en guerra.