WEw l presidente de la Junta en su calidad de líder del PSOE, y el jefe de la oposición, en el de líder del PP, sellaron en la tarde del pasado viernes el acuerdo definitivo sobre la reforma del Estatuto de Autonomía. A la vista de como transcurrió, el encuentro sirvió más para sacarse la foto del acuerdo que para discutir los últimos flecos del nuevo texto estatutario. De hecho, el asunto que partía, teóricamente, desde posiciones más alejadas, el de la defensa de los recursos hídricos de Extremadura, se acordó "en cuatro minutos", tal como señaló José Antonio Monago, demostrando así que las diferencias de las últimas semanas habían respondido, antes que a distintas posiciones sobre el trasvase de Valdecañas, a razones cosméticas y de disputa por el espacio político.

Pero bien está lo que bien acaba. Porque el Estatuto, que ha hecho posible la conformación de una comunidad en lo que antes era solo el territorio de Extremadura, merecía que, con independecia de que su aprobación necesite de una mayoría cualificada y, por tanto, de los votos del Grupo Popular en la Asamblea, fuera aprobado por la derecha y por la izquierda. El que lo vaya a ser marca el triunfo de la autonomìa, que ha convencido en estos 26 años de existencia a los conservadores, los cuales fueron reacios a otorgarle su confianza en 1983. El que, además, el Estatuto reformado mantenga intacto el concepto de solidaridad entre comunidades, como se aprecia en el artículo sobre la defensa de los recursos hídricos, constituye también una lección política para otras autonomías, que dan más importancia a las ´competencias exclusivas´ que a las responsabilidades compartidas.