Esta semana se conocía una encuesta de la empresa Celeste-Tel para el PSOE de Extremadura que indicaba lo cambiante e interesante del momento político, aunque el estudio demuestra una cierta solidez del proyecto socialista y sobre todo el posible cambio en la llave de mayorías parlamentarias de y gobierno que pasaría de Podemos, al retroceder de seis a cuatro diputados, a Ciudadanos, con un brutal ascenso de uno a diez.

El estudio añadía un notable descenso del PP, en línea con sondeos que se están dando a escala estatal y en otros territorios, y la presencia de Vox, con un 4,8% a punto de entrar con diputado, incluso más de uno, en la Asamblea de Extremadura.

Son como se dice, fotos fijas, una indagación hecha a mediados de enero, imagen instantánea y fugaz de una realidad política y social, con la vertiente electoral que se vea finalmente en mayo, y que confirma tendencias; todas las posibilidades abiertas de formación de mayorías una vez que Ciudadanos tirara en Andalucía de una balanza hacia la derecha, pero allí fundamentalmente para abrir un cambio en la única comunidad que aún no había experimentado la alternancia, un tirón de orejas definitivo a un PSOE andaluz que murió un poco de éxito, de poder.

El escenario actual parece una segunda transición política y a lo bruto. Una continuidad de la realización del cansancio social tras 25 años de una estabilidad bipartidista que parecía inamovible, y que el hartazgo fundamentalmente juvenil quebró con la concreción, tardía, del 15M en la aparición desbordante de Podemos en 2014.

El conflicto catalán, ese que algunos afirman se produce periódicamente por las clases económicas y política privilegiadas del territorio, alumbró a un movimiento en principio intelectual y minoritario, Ciutadans de Catalunya, que vino a intentar resolver una cierta impotencia de los partidos estatales, el PP, o el PSC en la versión local del PSOE, una vez que se convirtió en movimiento político y buena parte de España empezó a considerarse representada en él.

Es ese conflicto el que ha impulsado también el nuevo movimiento político, sucesor de Podemos en la pasarela de modelos, y que es Vox, con lo que tenemos que los dos únicos partidos que en estos momentos están en ascenso surgen de la cierta locura de una clase dirigente catalana cuya única salida es correr veloz pero sin rumbo, en unos 100 metros lisos para llegar convocatoria electoral tras convocatoria electoral, cada vez menos espaciadas, al mismo callejón sin salida, y volver a correr locamente en cualquier dirección y hacia la siguiente.

Dada la paranoia de los sucesores de Convergencia y Unión, inventando siglas en una refundación nominal permanente, la única esperanza de sensatez hay que depositarla en Esquerra Republicana de Catalunya, a la que por momentos, mientras la mesura de Oriol Junqueras parece meditar y diluirse entre barrotes con resonancias históricas de independentistas presos, se le caen, a manos de improvisados intérpretes momentáneos sin talla, se le caen decimos la E, luego también la R de republicana, y se queda en la misma esencia insulsa, Catalunya, idéntica a la de quienes quieren hacer carrera política con un programa político de una sola palabra: España.

Pablo Casado, más que el PP, ha entrado en pánico y a raíz de ese movimiento secesionista interior que es Vox, corre alocado para cubrir el flanco de extrema derecha olvidando que su poder, sus años de gobierno, truncados hasta ahora en moción de censura, se basaban en unas capas sociales y electorales más amplias; es decir, para no dejar una pequeña parcela, abandona a su suerte un gran territorio cuya sangría de votos, en masa, está nutriendo a Ciudadanos.

El movimiento de Sánchez intentándolo casi todo, sin traspasar determinadas líneas, para atraerse a Esquerra al menos, es lo menos que puede esperarse de un presidente de Gobierno y político con sentido de Estado en este momento tan delicado; pero es seguramente su intención, y el pacto presupuestario y algo más hecho con Podemos, con un contenido de centroizquierda pero que en estos momentos de derechismo parece revolucionario, la que ha inflamado a los poderes que alumbraron a Vox, los mismos que hacen que el PP pueda pagar el viaje a Madrid «a todo el mundo que quiera», y que de momento tienen algo sujeto a Ciudadanos.