Parece mentira que en una sociedad que parece abocada a la gordura se estigmatice tanto a las personas obesas. Si ya es difícil luchar contra una enfermedad como esa, a todo ello se une el rechazo de muchos, que se suele traducir en miradas ofensivas, en los casos más leves, y en la muerte social o el insulto en los más extremos. Pero el problema de la ‘gordofobia’ no está en los gordos, sino en aquellos que los miran mal.

En Francia, donde la obesidad afecta a una de cada seis personas, han tenido que lanzar una campaña publicitaria contra el odio a las personas con kilos de más. Han aprovechado fotos de un desfile de tallas grandes y se han colgado enfrente del Ayuntamiento de París. Espero que la campaña surta efecto, porque hay mucha inquina agazapada e irracional contra este colectivo.

El calvario de los gordos empieza ya en el colegio, tanto de los compañeros como de los profesores. En los obesos se establece una difícil relación entre mente y cuerpo que, en ocasiones, mina la confianza, pues la imagen que devuelven los espejos no siempre coincide con la que uno tiene de sí mismo.

El tormento de los gordos se hace especialmente evidente cuando se trata de comprar ropa, ya que la oferta en tallas grandes no es muy amplia y ellos merecen poder elegir entre la misma variedad que el resto de mortales. La obesidad, además, es especialmente dolorosa en el caso de las mujeres a las que el heteropatriarcado impone ciertos cánones de belleza en los que la delgadez extrema es uno de los objetivos.

Creo que la educación en todos los ámbitos es la que solucionará el asunto, enseñando a unos a comer y a otros a respetar.

Lo cierto es que parecemos abocados a un mundo de gordos. La mala alimentación y la nula educación en nutrición parecen los responsables. Cuando seamos todos obesos Rubens tendrá que resucitar. Refrán: El ciego desea ver, desea oír el sordo, el flaco desea ser gordo, y el gordo enflaquecer.