TAtlgo está golpeando tan fuerte a la sociedad que, si no se pone remedio, podría dañar al envejecido orden sociopolítico. La ciudadanía, pues, no estaba anestesiada, como hace poco se decía, ya que buena parte de la juventud, que nunca renunció a ser punta de lanza, en cualquier época de la Historia, ahora se ha hecho oír, usando ese papel que le diera Marañón , en su conocido ensayo: Deber de las edades . La chispa que inflamó la escena venía ahora del berlinés Stéphane Hessel , que había lanzado su Indignez vous , desde su ya famoso libro, impregnado de mesianismo, traducido a 25 lenguas. Su denuncia era directa: Es la oligarquía económica y financiera la que nos oprime, rechazando, a la vez, la menor ingerencia de los estados, que podrían enderezar tales injusticias- Así las cosas, grandes masas de jóvenes, con su tumultuosa protesta, se hacían fuertes en las plazas de España, teniendo como trasfondo 5 millones de parados, mientras que una minoría seguía llenando sus alforjas financieras. La escenificación ha sido insólita (60 manifestaciones el 19 de junio), donde la denuncia ha invadido, imparable, tantos espacios públicos. Ante tal fenómeno de masas, la opinión se ha dividido: ¿"Un soplo de aire fresco"?, según Joan Manuel Serrat , ¿una radical diatriba a toda una minoría explotadora?, ¿una ruta nueva abierta por la juventud?, al decir de Eduardo Punset , ¿Un río revuelto con gentes de la más variopinta catadura? De todas formas, sobran razones para la indignación. Aunque, como en toda erupción social que se precie, se desatara el exabrupto antidemocrático, de días pasados, secuestrando al Parlamento catalán. En todo caso se deberá señalar que no estamos ante algo episódico, sino ante un hecho histórico, cuyo relato podrá leerse, mañana, en cualquier manual de historia. Ese joven, con sus manos manchadas de rojo, aparecido en internet, mientras lanza desgarradores gritos al policía que lo acosa, nos recuerda trágicas escenas goyescas, elevadas a supremas obras de arte. Se impone, pues, un diálogo entre los indignados y los gobernantes actuales, tratando de reconducir algo muy serio, propiciando, además, oportunas legislaciones ad hoc . Y sin dejar de promover, según el citado apóstol, Hessel, el respeto a la "dignidad humana, a las libertades fundamentales y a una economía social y solidaria". Algo que nunca se podrá soslayar, si queremos una sociedad más justa, humana y solidaria, al tiempo de evitar que nadie trate de rentabilizar, políticamente, la indignación juvenil con inconfesables y espurios intereses.