Para vencer en política hay que tener estrategia y, para ello, además, ha de construirse un relato coherente que trasvase las barreras de la propia política y llegue a los ciudadanos. Sobre esa base actúa Pedro Sánchez y su equipo más cercano: dejar a un lado la política y planificar estratégicamente qué pasos han de darse para alcanzar el poder. Porque la victoria en las primarias del PSOE fue un primer paso. La moción de censura de después un segundo. La convocatoria y victoria electoral frente las tres derechas un tercero. Y dejar a un lado a Podemos para convencer al PP de que se abstenga o, de lo contrario, plantear una nueva convocatoria electoral un cuarto. El quinto y definitivo paso, si se produce, serían unos nuevos comicios en noviembre donde se lograría una victoria más holgada y se dejaría atrás a los dos hipotéticos aliados del PSOE desde el 2016: primero Ciudadanos y después Podemos.

Porque el relato construido tiene que ver con la figura de Pedro Sánchez, un político que ha ganado al aparato de su partido; ha quitado de en medio al PP de Rajoy; ha vencido en unas elecciones generales; y no se ha sometido a Podemos en la formación de Gobierno por pundonor y honra de quien ha ganado en las urnas y no busca el poder por el poder.

Chapeau para quien haya construido el relato, el cual no es fruto del azar ni circunstancial a los acontecimientos, sino, todo lo contrario, medido paso a paso. Hasta los más escépticos de Pedro Sánchez empiezan a mirarle con otros ojos.

Podemos ha perdido una oportunidad de oro. Y cuando pase el tiempo verán claro que la estrategia del PSOE les ha pasado por encima. Pablo Iglesias cometió el error de su vida el jueves y mira que Gabriel Rufián, revestido de mediador y hombre de Estado, le avisó. Porque una vicepresidencia social y tres ministerios le habrían reportado una visibilidad muy por encima de sus resultados y desdeñando la oferta de Sánchez lo que ha conseguido es iniciar una travesía del desierto hacia no se sabe qué destino, además de dividir la cohesión de su grupo y propiciar que el PSOE inicie un camino en solitario buscando la abstención del PP o unos nuevos comicios electorales. Cualquier escenario es malo para los morados, quienes han parecido (según el relato del PSOE) insaciables por ocupar sillones.

Caso de unas nuevas elecciones, posibilidad que ya está en el imaginario de todos los partidos, ¿quién saldría beneficiado? Hay quien sostiene que el resultado sería similar al actual, por lo que es inútil plantearlas. Se equivocan. Considero, sin encuesta ni estudio demoscópico de por medio, que el PSOE y el PP saldrían reforzados, lo cual conllevaría un nuevo resurgimiento del bipartidismo y una devaluación de los nuevos partidos emergentes. Los socialistas subirían por todo lo relatado anteriormente y el PP por la caída irremediable de Vox (su entrada en el contexto político frente a los independentistas y por la crisis de la derecha ya ha pasado) y también de Ciudadanos.

Lo de los naranjas es para hacérselo mirar. Las dimisiones en cascada que vienen protagonizando algunos dirigentes enfrentados a la estrategia de Albert Rivera, quien quiere a toda costa intentar ocupar el sitio del PP, son la prueba evidente de que la cohesión del partido hace aguas. Su pérdida de empuje es notorio. No en vano, el viernes pasado el CIS catalán situaba a Ciudadanos como cuarta fuerza política en esta comunidad cuando en 2017 ganó las elecciones.

Todos los partidos van a tener en cuenta todas estas circunstancias, pero también el hastío en general de la ciudadanía por tener que pasar nuevamente por las urnas y la no movilización de la izquierda pasado el ‘peligro’ de unión de las tres derechas.

En resumen, ¿habrá elecciones? Se pregunta todo el mundo. Pues en este punto habrá que decir que, de remediarlo, no, aunque el contexto de septiembre no va a ser precisamente propicio. Esquerra Republicana ya avisó de que con la sentencia del ‘procés’ todo se enturbiaría a la vuelta del verano. Mucho tienen que cambiar las cosas para que en el PSOE vuelva a mirar a los ojos a Pablo Iglesias, aunque en Podemos se considere que aún se pueden salvar los muebles. El PP tiene que medir la baza de la abstención y analizar las consecuencias de este gesto dentro y fuera del partido y de Ciudadanos nadie espera nada, ni siquiera remotamente. Así pues ¿qué quieren que les diga? Que la sombra de las urnas sobrevuela nuestras cabezas.