Nuestros políticos vienen diseñando durante décadas sistemas educativos cuyo fin último es erradicar el fracaso escolar, y para tal fin cualquier medio es legítimo, aunque estemos creando generaciones de ignorantes y vagos. Hoy el aprendizaje ha tomado un cariz lúdico, el esfuerzo que conlleva la adquisición de estrategias para resolver problemas de Matemáticas o analizar oraciones por ejemplo, ha sucumbido. Los libros de texto parecen cómics, los contenidos que se abordaban cuando yo estudiaba, hoy se acometen, si acaso, con dos o tres cursos de diferencia. Pero además de bajar el listón hasta el esperpento, aún hay más: Si un alumno suspende dos materias o más y ya ha repetido ese curso, entonces por imperativo legal pasa al siguiente ¡aunque le hayan quedado todas!, arguyendo que la edad es el factor determinante. La pregunta que se suscita es inmediata: ¿A la escuela se va a aprender a desasnarse o a cubrir el protocolo de estar escolarizado hasta los dieciséis años? El hecho es que esos niños tienen un desfase antológico en conocimientos, el profesor debe restañar esas deficiencias, los contenidos del curso no se agotan, no se avanza en el programa, quedan temas sin abordar para el curso siguiente, y de nuevo hay que bajar los niveles y tenemos instalado el círculo vicioso.

Hasta que no asumamos que el estudio tiene una componente de sacrificio, que el trabajo personal es prioritario y que es necesario dedicarle tiempo, nuestros jóvenes seguirán estando en el furgón de cola no sólo a nivel europeo, como se desprende de los estudios que se han realizado. En Extremadura este desfase ha llegado al paroxismo. Un dato: a nivel nacional en Matemáticas que es la asignatura referente, estamos en el lugar cincuenta, como Colombia, muy lejos de los primeros que son Singapur y Corea, así que imagínense en Extremadura. Sin comentarios.

Juan Carlos López Santiago **

Jaraíz de la Vera