Hace un par de meses di una pequeña charla en un instituto de Formación Profesional en la especialidad de Realización. Una amiga, profesora de esta clase, me pidió que, como profesional del medio, les hablara de mi experiencia en el «maravilloso mundo de la tele». Era un grupo bastante amplio de alumnos de entre 20 y 23 años. Después de hablarles de mi experiencia laboral y preparar con ellos un programa, pude percibir que dentro del grupo había diferentes intereses. A la salida, le pregunté a Carmen, mi amiga, si sabía a qué querían dedicarse esos chicos una vez acabado el módulo. Sin pensarlo dos veces, contestó: «Youtubers». «¿Youtubers? ¿En serio?», respondí. Asombrada ante tal respuesta le comenté: «¡Vaya, cómo ha cambiado el cuento, en nuestra época todos queríamos ser Kubrick!». «¡Y tanto!», me dijo ella. «Hasta hace unos pocos días ninguno de mis alumnos conocía a Kubrick, solo un par de ellos sabía de la existencia de La naranja mecánica, y no por la película, sino porque había visto alguna fotografía o algún poster», añadió.

Durante todos estos meses he intentado comprender cómo era posible que estudiantes de segundo curso de Realización no tuvieran el mayor interés por saber quién fue Kubrick. Y me pregunto: ¿sabrán quién es Alfred Hitchcook? Sí, el de Psicosis. Y otra de mis grandes dudas es si estos alumnos, si esta nueva generación de futuros youtubers, saben que existe algo llamado cine clásico. Sí chicos, sí, cine clásico, ese que sentó las bases de lo que hoy es el cine, las series y la televisión.