En los últimos cinco años la cifra de estudiantes de máster en la Universidad de Extremadura (Uex) ha caído casi un 30%. Tres de cada diez alumnos que cursaban estos estudios ya no están en las aulas. La cuestión no es exclusiva de la universidad extremeña, pero merece una reflexión dada la preocupación a la que nos enfrentamos con una infraestructura montada cara a una población que, por contra, no demanda sus servicios. Evidentemente, el principal motivo es el económico, la subida del 30% de las matrículas desde el año 2012 ha ido en detrimento del interés por estos cursos. Actualmente cada crédito de máster cuesta entre 23 y 41 euros (según el grado de experimentalidad del título) y un título completo (de un mínimo de 60 créditos y un año de duración) supone entre 1.300 y 2.400 euros. Sin embargo, el ánimo del gobierno de la Universidad de Extremadura de tratar de adaptar su oferta a los intereses y necesidades del alumnado debe ser bien saludado. Una universidad pública (y también privada) debe preparar profesionales que, nada más acabar sus estudios, salten al mercado laboral, sobre todo cuando se trata de estudios especializados como es el caso. Plantear máster mucho más ágiles, y adaptarnos a los cambios del mercado de trabajo, lograrán atraer a alumnos que buscan formación pero que, además, ésta suponga la puerta de entrada a un empleo determinado. La sobreformación no deja de ser un sinsentido si, encima, requiere de un desembolso importante y no se traduce en la obtención de un puesto de trabajo.