WSw i ETA cree que mediante la campaña estival de terror doblegará la voluntad de las fuerzas democráticas para que negocien el final de la pesadilla, es que su desconexión de la realidad es mayor de lo imaginado. Por más que perturbe la vida cotidiana, no logrará desvanecer la convicción de que la banda se encuentra más debilitada que nunca y que, con las acciones de los últimos días, persigue en vano llegar a la reanudación del curso político en una posición de fuerza para lograr "una solución política y dialogada" de lo que en las filas de la izquierda aberzale se denomina "el contencioso".

Los estrategas etarras deben ser conscientes de que ni siquiera la tensión creciente entre el Gobierno y el PP logra quebrar la unidad de criterio en la lucha antiterrorista. Se acabaron los enfoques discrepantes el mismo día que los encapuchados rompieron la tregua y volvieron a la carga.

Nada ha cambiado desde entonces. Las tres bombas colocadas el domingo en otros tantos establecimientos de Palma de Mallorca alteran la vida de las personas, residentes o turistas, que los frecuentan. La presencia en la isla de la familia real añade un elemento de preocupación. Pero la realidad es que la opinión pública apoya al Gobierno en su decisión de liquidar a la banda por la vía policial y llevar a los terroristas ante el juez, y los demás partidos del arco parlamentario, con contadísimas excepciones, lo apoyan.

Incluso en el País Vasco, a pesar de la movilización aberzale, el hartazgo es manifiesto. Cuando, además, coinciden en el tiempo una situación como la de ayer en Mallorca con un comunicado como el enviado por ETA al diario Gara, el asombro de la sociedad vasca es aún mayor. Porque solo un fanático puede encontrar congruente que los pistoleros digan que ±no quieren imponer ningún modeloO el mismo día que reivindican el asesinato de un inspector de policía --Eduardo Puelles-- y de dos guardias civiles --Carlos Sáenz de Tejeda y Diego Silva-- y ponen en riesgo cientos de vidas. Que no se confundan los terroristas: avisar de la colocación de tres bombas no les hace merecedores de comprensión o conmiseración. Porque, hay que repetirlo una vez más, solo un fanático está en condiciones de argumentar que el aviso libera de responsabilidades a quienes las colocaron y las desvía hacia quienes deben evacuar los locales y desactivar los artefactos si les da tiempo. Sostener este punto de vista es de una crueldad ilimitada.