Profesor

En Extremadura existe un debate eterno: Badajoz-Cáceres. O al revés. Hace tiempo puesto que habíamos decidido ignorarnos mutuamente, la cuestión quedaba en comprobar quién estaba más abajo en las competiciones deportivas. Era preferible no subir de división con tal de que el otro bajara. Ahora, tras la autonomía la cosa ha cambiado.

Muchos cacereños tienen la percepción de que el poder político está muy mal repartido en Extremadura y que Cáceres apenas si cuenta. Como eso suele tener consecuencias, concluyen que las inversiones de la Junta en Badajoz, ciudad y provincia, son más cuantiosas que en Cáceres, ciudad y provincia.

Este tipo de discurso no es muy bien recibido generalmente. En primer lugar se argumenta que así no se hace región. ¿Es que ahora se está haciendo región? ¿Tras cuántos presupuestos desequilibrados reclamar igualdad será hacer región?

Puesto que el argumento no parece suficiente se le tacha de provinciano. Pero, ¿tras cuántos puentes y autovías deja de ser provincianismo para pasar a ser justa reivindicación? ¿Por qué la lucha de Felipe González para conseguir ayudas europeas a costa de otras naciones era nacionalismo español del bueno y la reivindicación de más inversiones en Cáceres es provincianismo?

Sin pretender igualitarismos absurdos, si no es necesario un campo de fútbol que la previsión de algunos logró hace años, ¿sería preciso un recinto de ferias y muestras? ¿Y un palacio de congresos? Si parece oportuno que el AVE discurra por Cáceres y Badajoz, aun no siendo el camino más corto hasta Lisboa, ¿por qué no lo fue en su día que la autovía desde Madrid también pasara por Cáceres? Y no basta decir que la N-V no pasaba por Cáceres, porque si la N-V no hubiera llegado hasta Badajoz, nadie duda de que la autovía habría llegado a Badajoz, como hubiera sido lógico por otra parte. Y el tren a Lisboa no pasa ahora por Badajoz. Naturalmente faltaba la guinda. Este es un discurso de derechas. Pero resulta que tras los últimos nombramientos los socialistas cacereños, además de constatar todo lo anterior, hacen cuentas de consejeros, altos, medios y bajos cargos y detectan que han perdido poder político. Miran a su a]rededor y comprueban que el poder cacereño está en Badajoz, concretamente en la avenida Fernández López de Mérida. Puesto que no son de derechas, ¿habrá que considerarlo como el recurso al pataleo y la consecuencia de no haber obtenido un cargo? Algo habrá de ello, pero no todo. Pues también comprueban que en Cáceres no se da un paso sin mirar hacia Mérida y que las simples sugerencias emeritenses se toman como órdenes de cumplimiento exigido e inmediato. Claro que gran parte de la culpa la tienen quienes critican brillantemente en los bares mientras aplauden frenéticamente en los comités, las ejecutivas y las asambleas.

Como el provincianismo es incompatible con las inversiones, se supone que en Badajoz no hay provincianismo y además se hace regionalismo del bueno.