TNto existe código más vinculante que la conciencia. La propia conciencia. De ahí que los estudios de Ciencias de la Información, más que ocuparse de la teoría de lo que sólo puede aprenderse en la práctica profesional del periodismo, deberían centrarse en el fortalecimiento de la conciencia del que habrá de cargar sobre sí con la responsabilidad de ser ecuánime, ético y verdadero en el oficio, que no eso otro que el de, mediante la búsqueda de la verdad, poner a la sociedad en comunicación consigo misma. Claro que eso vale para el periodista, pero en puridad. ¿Qué tiene que ver la televisión con eso? ¿Qué efecto puede tener sobre la televisión cualquier estatuto de regulación del periodismo, incluso ese código superior y más exigente que cualquier otro de la propia conciencia? Ninguno.

La televisión es el circo de hoy, que, como el circo de siempre, contiene algún que otro número serio, cual pueden ser los informativos, los reportajes de actualidad o los debates sobre cualquier asunto de interés, pero su mundo está regido por los principios del lucro de la empresa. Si la familia circense se vuelve loca, como se ha vuelto la familia de la televisión, ¿qué hacer, sino llevarla en masa al psiquiatra? ¿Y dónde está, quién es, el psiquiatra de la televisión?

Ignoro a quien se le ha ocurrido mezclar el periodismo con la televisión en el actual debate sobre los desafueros de ambos mundos. Para uno debe regir el código de la conciencia; para el otro, un reglamento de espectáculos.

*Periodista