En el espacio de una semana el RCD Espanyol y su masa social han pasado de la euforia al drama. El pasado 2 de agosto, el orgullo perico brilló con toda su intensidad con motivo de la inauguración del nuevo estadio. El club había recuperado su identidad y volvía a tener casa propia. Seis días después, el españolismo está viviendo las horas más dramáticas como consecuencia de la inexplicable muerte del capitán del equipo, Daniel Jarque. Los mismos seguidores que jubilosos asistieron al partido inaugural, han acudido espontáneamente a la puerta 21 del nuevo estadio, todavía sin nombre, para rendir homenaje al desaparecido jugador que gozaba de un gran carisma entre la familia españolista, por su intachable trayectoria desde los equipos inferiores hasta la capitanía del primer equipo. Una vez más, una tragedia ha vuelto a mostrar el lado humano del fútbol, donde no hay camisetas ni rivalidades, sino personas: sus compañeros, sus rivales --pero al mismo tiempo amigos--, y los aficionados han mostrado su lado más solidario. En estos momentos marcados por el dolor y la emoción, muchos aficionados han propuesto que el nuevo campo del Español lleve el nombre del jugador, una iniciativa digna y respetable, pero que el propio Dani Jarque rechazaría. Porque, si un patrocinador le da temporalmente su nombre, supondrá una gran ayuda para la estabilidad económica del club que debe recuperarse del gran esfuerzo que ha supuesto la construcción de este magnífico campo de fútbol. Creo que el mejor homenaje que se le puede hacer a Dani Jarque es darle su nombre a la puerta 21 y que el club retire su dorsal como póstumo homenaje de reconocimiento.

Juan Manuel S. Carmona **

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