Las familias españolas que pagan una hipoteca desde hace un año o más tienen un motivo de alivio para su presupuesto: la caída del euríbor, que fija la variación de lo que deben pagar en doce meses, les va a aliviar la cuota mensual de manera significativa a partir de este septiembre. Según la media del crédito contratado, puede suponer una reducción de 300 euros al mes. Nunca es tarde si la dicha es buena, aunque esta ha llegado un año después de que bajaran los tipos de interés oficiales en Europa. Es más, tal como va la tendencia del euríbor- -el índice de préstamos entre la banca privada europea que sigue, a su manera, los del Banco Central Europeo--, es previsible que las cuotas hipotecarias de millones de familias europeas bajen progresivamente hasta diciembre. Quede claro, por tanto, que no es una cortesía de bancos y cajas españoles, sino una consecuencia de la implantación de un modelo de concesión de hipotecas en toda Europa -y mucho más en España-, que sustituyó hace años a un tipo de referencia menos sujeto a alteraciones a largo plazo, como la deuda pública, por el vinculado al mercado del dinero, más fluido y cambiante.

Con esta bajada de tipos también se ha descubierto que no pocas entidades financieras jugaron con ventaja cuando facilitaron pólizas hipotecarias sin contención, porque daban al cliente la garantía de que no pagaría de más si el euríbor superaba cotas impensables pero imponían seguir pagando lo mismo si esa referencia caía por debajo del suelo fijado. Ha ocurrido y la banca lo ha aplicado a rajatabla. Aunque eso formalmente es lo legal, hay derecho a quejarse.

Hace unos años, en España se dio la anomalía de que los tipos de interés estaban por debajo de la inflación. Entonces se dijo que era consecuencia de la diferencia de crecimiento entre los países que compartimos el euro. Ahora estamos con una inflación negativa del 0,7%, en términos estadísticos, mientras que hay entidades financieras que remuneran los depósitos por encima del 3%. Tampoco esa contradicción parece que vaya a durar.

Aunque el tema no figurará en el debate sobre cómo conseguir en España una economía más competitiva, no estaría de más que se contemplara lo que les ha sucedido a las familias españolas que pagan una hipoteca de los últimos años y a las que ya no pueden hacerlo: su dependencia de la evolución del euríbor no es un factor de estabilidad a largo plazo.